Las espinas de los Jardines de la Reina susurran un lamento agudo mientras los mercenarios avanzan hacia Ghost, desafiando la oscuridad que se avecina. El aura opresiva del Vacío, liberada por Ghost, teje su abrazo gélido en la penumbra, envolviendo a mercenarios y mantis por igual.
En medio de la tensión palpable, Ghost emerge de las sombras, un espectro oscuro que contrasta con la luz mortecina de las enredaderas. Sus ojos sin pupilas destellan con la esencia del Vacío, y su risa irónica resuena como el eco de un destino ineludible.
Los mercenarios, inicialmente confiados, sienten el cambio en el aire, una transformación que no pueden comprender. El miedo se desliza insidiosamente por sus espaldas, erizando cada pelo y agudizando sus sentidos. La oscuridad toma forma, respondiendo al desasosiego que Ghost ha desatado, y las sombras comienzan a retorcerse y contorsionarse como si fueran vida propia.
En un intento desesperado por resistir, los mercenarios desenfundan armas y alzan escudos. La danza macabra entre la energía del Vacío y la valentía efímera se desata en un choque violento. El sonido metálico de espadas y el estallido de la energía chocan en un frenesí de caos. Sin embargo, es en vano.
El Vacío, hambriento y voraz, no conoce límites. Las sombras devoran los intentos de resistencia, consumiendo la valentía de los mercenarios como un fuego devorador. La sensación de desesperación y pavor se expande, cerniéndose sobre los combatientes, ahogándolos en la negrura de su propia impotencia.
Los mercenarios, antes cazadores confiados, ahora se convierten en presas indefensas de la misma oscuridad que subestimaron. Los gritos desgarradores resuenan en los Jardines de la Reina, mezclándose con la risa siniestra de Ghost. El mismo Vacío que habían pretendido aprovechar para cazar a las mantis renegadas ahora los consume, recordándoles su propia vulnerabilidad.
Mientras tanto, las mantis, paralizadas por el temor, son testigos de la metamorfosis brutal del enfrentamiento. La mirada fija de Cassian se encuentra con la de Ghost, quien emerge de las sombras como un director maestro en un escenario de caos. La danza de las sombras, impregnada de terror y carnaval de angustias, sella el destino de los mercenarios en un rincón oscuro de los Jardines de la Reina. La noche cae pesadamente, saturada con el eco del Vacío, y Hallownest observa en silencio mientras los hilos del destino se entrelazan en la oscuridad.
Ghost, emergiendo de las sombras que se expanden con la devoradora oscuridad, se enfrenta a Benedict y las Mantis renegadas. Un manto de energía oscura ondea a su alrededor, como un espectro que desafía las leyes de la realidad. Se dirige hacia Benedict con una sonrisa sardónica, sus ojos de Vacío fijos en la figura marginada que alguna vez lideró.
—¿Benedict?— Murmura Ghost, su voz resonando con una frialdad penetrante. —Has pasado de ser líder a paria. Una transición que muchos intentan evitar, ¿no es así?—
La risa sutil de Ghost resuena entre las enredaderas y las sombras que danzan. Se burla, no solo de Benedict, sino de toda la situación. La ironía de su pasado glorioso, ahora enterrado bajo el peso de la traición y el repudio, es palpable en el aire.
—Benedict, Benedict...— Continúa Ghost, su tono lleno de desdén. —Tú y tus mantis renegadas, traidores a ojos del reino. Vivir en las sombras, olvidados y repudiados. ¿Es esto lo que anhelaban cuando se rebelaron contra el reino?—
Las mantis renegadas, paralizadas por el temor y el asombro, observan el intercambio entre Benedict y Ghost. La realidad de su situación se vuelve aún más cruda ante las palabras afiladas del Señor de las Sombras.
—Ah, pero todo puede cambiar— Declara Ghost, cortando su burla momentáneamente. —La redención, el reconocimiento... ¿No es eso lo que buscan? Pero, ¿están dispuestos a hacer lo que sea necesario?—
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Penumbras del Vacío
FanfictionHallownest Aquel al qué llamaron el reino eterno Aquel que vio nacer y morir seres casi divinos Aquel que fue asolado por una plaga al que llamaron infección  Aquel que vio la desdichada caída del Rey Pálido Aquel que vio el renacimiento acosta de...