Ghost caminaba lentamente por el jardín, sus ojos negros observando la vasta extensión de flores blancas y delicadas que florecían alrededor de una tumba. Estas flores, conocidas como Flores Delicadas, tenían una belleza etérea y una fragilidad que parecía casi irreal. Se agachó para examinar una de las flores de cerca, sus pensamientos vagando mientras sus dedos rozaban los pétalos suaves.
Estas flores habían sido su perdición, las mismas que lo habían atrapado en el plano Onírico durante tantos años. La memoria de ese encierro, de esa soledad interminable, estaba aún fresca en su mente. Pero no sentía odio hacia las flores. Más bien, una curiosidad intrínseca lo impulsaba a entender su naturaleza. Eran hermosas, sí, pero también peligrosas.
Ghost se enderezó, sus ojos recorriendo el vasto mar de flores que se extendía ante él. Había llegado a un entendimiento claro y frío: estas flores eran la única cosa en Hallownest que había logrado atraparlo. Si alguien más descubriese ese hecho, podrían convertirse en un arma peligrosa contra él.
—Curiosas, ¿verdad? —murmuró para sí mismo—. Tan delicadas y hermosas, y sin embargo, capaces de mantenerme prisionero.
Sus pensamientos se oscurecieron mientras contemplaba la destrucción que estaba a punto de desatar. No había espacio para estas flores en el nuevo orden que planeaba establecer. No podía permitir que existiera algo que pudiese ser usado en su contra. La belleza y fragilidad de las Flores Delicadas no podían justificar el riesgo que representaban.
Ghost extendió una mano, la energía del Vacío fluyendo a través de sus dedos. Un aura oscura y palpable comenzó a rodear las flores, haciendo que los pétalos temblaran. Lentamente, como si se resistieran a su destino, las flores comenzaron a marchitarse, sus delicados pétalos se tornaban negros y caían al suelo como cenizas.
—No puedo permitirme dejar cabos sueltos —dijo en voz baja, observando con una frialdad clínica cómo las flores se desvanecían bajo su poder.
En su mente, recordó las interminables horas atrapado en el plano Onírico, su poder inalcanzable y su voluntad impotente. No podía permitir que eso volviera a suceder. No podía arriesgarse a ser detenido en su camino hacia el dominio absoluto.
—Esto es necesario —se dijo a sí mismo, aunque una parte de él aún apreciaba la belleza efímera de las flores—. Necesario para asegurar mi poder, para garantizar que nada ni nadie pueda detenerme.
Mientras las últimas flores se marchitaban y morían, Ghost se dio la vuelta, dejando atrás la tumba y el jardín que alguna vez había sido un lugar de belleza y tranquilidad. No había lugar para la debilidad en su nuevo mundo. Cada obstáculo, cada posible amenaza debía ser erradicada, y lo haría sin dudarlo.
Con una última mirada hacia el jardín desolado, Ghost murmuró con una sombra de nostalgia en su voz:
—Perdóname, Le'mer.
Ghost avanzaba por las profundidades de los Jardines de la Reina, sus pasos resonando suavemente en la quietud del lugar. El aire estaba cargado de un aroma dulce y melancólico, proveniente de las flores que florecían exuberantes a su alrededor. Finalmente, llegó a una cámara oculta, donde la vegetación se volvía más densa y las flores más brillantes. Allí, en el centro, se encontraba la Dama Blanca, envuelta en un capullo etéreo. Su figura, aunque majestuosa, emanaba un poder antiguo y una tristeza insondable. Sus ojos, ciegos a la vista del mundo, se dirigieron hacia él como si pudieran ver más allá de la oscuridad que lo envolvía.
Ghost se detuvo frente a ella, observándola en silencio. La Dama Blanca alzó la vista lentamente, su rostro reflejando una mezcla de dolor y remordimiento.
—Sabía que vendrías —dijo con una voz suave y melódica, pero cargada de peso emocional.
Ghost no respondió de inmediato. En su mente, las imágenes de las flores delicadas que había destruido seguían presentes. Pensó en el sacrificio y en la condena que esos capullos representaban.
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Penumbras del Vacío
FanfictionHallownest Aquel al qué llamaron el reino eterno Aquel que vio nacer y morir seres casi divinos Aquel que fue asolado por una plaga al que llamaron infección  Aquel que vio la desdichada caída del Rey Pálido Aquel que vio el renacimiento acosta de...