Capítulo VI "Límites de una Deidad"

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La cumbre había alcanzado su punto álgido con la partida misteriosa de Ghost, el Señor de las Sombras. En ese tenso silencio que siguió, un susurro desafinado rompió la solemnidad del momento. Una tos peculiar, apenas audible pero inconfundible, se deslizó entre los líderes insectos, tejiendo un matiz inesperado en la atmósfera.

Fue Brenna, la gobernante de la Colmena, quien sintió primero el roce sutil de la tos en su garganta. El acceso de tos se apoderó de ella como una sombra sigilosa. Su mirada, antes firme y decidida, titubeó con sorpresa mientras luchaba por contener la tos en medio de la tensa calma de la sala.

Los otros líderes, percibiendo la anomalía, compartieron miradas de complicidad. Eira, astuta y perceptiva, captó la incomodidad de Brenna. Sin embargo, optó por mantener el silencio, sabiendo que la apariencia de fortaleza era crucial en ese momento crucial.

Hornet, frunció levemente el ceño ante la interrupción inusual. Su expresión desafiante se vio momentáneamente eclipsada por una leve preocupación. Quirrel, desvió la mirada hacia una ventana, como si el paisaje fuera más intrigante que la escena que se desarrollaba en la sala.

Bertram, mantuvo su semblante sereno, pero sus ojos revelaron una comprensión profunda de la situación. Sabía que algo estaba fuera de lugar, y sus pensamientos se sumieron en la complejidad de la tos que resonaba como un eco clandestino.

Brenna, luchando contra la tos, se esforzó por mantener una apariencia imperturbable. La fragilidad de ese momento desafiaba su naturaleza de líder fuerte e indomable. La tos persistió, desafiando los esfuerzos de Brenna por silenciarla, como un recordatorio frágil de la vulnerabilidad que acechaba incluso en los momentos más críticos.

Los demás líderes, conscientes de la necesidad de mantener una fachada de unidad, tomaron medidas para ocultar la anomalía. Susurros silenciosos se entrecruzaron, planeando cómo abordar la situación sin comprometer la imagen de fuerza y cohesión que deseaban proyectar.

La sala, testigo de decisiones cruciales, ahora guardaba un secreto más, tejido en la tos que resonaba en sus rincones. La cumbre, antes definida por la presencia imponente de Ghost, se transformó en un delicado equilibrio entre las apariencias y las realidades no dichas, donde cada líder enfrentaba sus propios desafíos mientras Hallownest colgaba en la balanza de lo desconocido.

A medida que la cumbre llegaba a su conclusión, los líderes insectos, cargando consigo el peso de las decisiones pendientes, se pusieron de pie. La tensión en el aire, apenas disimulada por las formalidades, persistía como un eco sutil.

Brenna, aún recuperándose de la tos inoportuna, se puso de pie con una dignidad renuente. Sus ojos reflejaban un atisbo de inquietud, una fisura en la armadura de la líder que normalmente gobernaba con firmeza. Eira, manteniendo su fachada de desconfianza, ocultaba sus pensamientos en el juego de sus miradas.

Quirrel, se despidió con una inclinación respetuosa. Su mirada profunda transmitía una comprensión más allá de las palabras, como si los secretos compartidos en esa cumbre resonaran en su interior. Bertram, se retiró con gracia, pero su expresión sugería una contemplación más allá de los asuntos terrenales.

Hornet, mantuvo la calma. Su rostro, aunque enmascarado por la expresión habitualmente seria, albergaba una serenidad única. Sabía más de lo que sus compañeros líderes imaginaban. Un conocimiento que flotaba detrás de su mirada mientras observaba a los demás retirarse.

Con la sala vaciándose, el silencio descendió como una cortina. Hornet, la única consciente de la verdad detrás de Ghost, permaneció en su lugar por un momento adicional. Sus ojos siguieron la estela invisible de aquel que había desaparecido de manera tan enigmática como había llegado.

Penumbras del VacíoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora