Capítulo 4: Era, seré y soy la número uno para él

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La oscuridad poco a poco nos consume, eso lo tengo ahora muy claro. Deseo gritar con todas mis fuerzas y eso hago mientras me retuerzo de placer en sus deliciosos dedos.

Arqueo mi espalda buscando más contacto, más de su lengua, más de sus dedos largos.

Sus venas se tensan en sus brazos dejándome quieta en mi lugar.

Se aleja de mi desabrochando su correa, pasa sus manos por mi cuerpo hasta llegar a mi manos me voltea elevando mi trasero a su disposición, sus besos por mi espalda me hacen pegarme más a su abultado pantalón.

Intento mover mis manos, pero ya es en vano.

—Quieta .—Pasa su mano a mi cuello dónde hace presión —Si te mueves, dejaré tu hermoso culo rojo .—Mi cuerpo se estremece cuando pasa su lengua por ambas, apretando con su mano libre.

—Por favor .—Ruego con lágrimas en mis ojos.

Jamás he regado.

Jamás he suplicado algo.

Pero lo deseo con locura.

—¿Qué deseas? —Muerde mi nalga, liberó un grito de dolor que manda corrientes a mi parte íntima.

Además de enferma soy una maldita masoquista.

—Follame .—Suplico, moviendo mis nalgas hacia él.

Caleb, la aprieta en sus manos haciendo que caiga hacia adelante, mi respiración se vuelve un asco, cuando escucho como baja el cierre de su pantalón.

—¡Ah! —Libero un jadeo cuando pasa su hermosa verga por mi clítoris.

Muerdo mis labios sintiendo como palpitan nuestros sexos al tocarse.

Mete la punta dejándome en el delirio de más.

Poco a poco entra en mí y cuando.

—¡Qué mierda! —Me despierto de golpe sentándome en la cama con la respiración acelerada.

Mira hacia ambos lados encontrándome sola, completamente sola en mi habitación. La luz de los faroles de la parte de atrás de la casa alumbra un poco mi habitación.

Parpadeo varias veces.

Tuve un sueño caliente con mi hermano, con Caleb.

Elevó mi mano hacía mi frente sintiendo  está mojada por el sudor, mi cabello se pega a mi cuello y no solo eso se encuentra mojado.

Muevo mi mano hacía el interior de mis bragas sintiendo que están completamente mojadas.

—Estoy enferma .—Niego cayendo en la cama —Y ahora no podré dormir, ni me arriesgo a hacerlo.—Susurro para mí.

Corro las cobijas dejando mis pies en el frío suelo.

Termino de cerrar las cortinas dejándome en completa oscuridad.

¿Hasta cuándo voy a seguir con esta obsesión por Caleb?

Han pasado semanas, Aurora.

Me recrimino en mi mente obligando a mi cuerpo ir hacia el baño.

Despojándome de mi ropa me meto bajo el agua caliente de la regadera.

¿Cómo lo veo ahora a los ojos? De la misma forma que estas últimas semanas.

No a sus ojos.

Todo menos sus ojos.

Me repito una y otra vez.

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