Capítulo 5: Bienvenida sea la dama negra.

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Camino por el pasillo de la universidad rodando los ojos con fastidio al ver cómo algunos están emocionados por los nuevos que entran, algunos de otros países por las becas, cómo algunos de aquí.

No me gustan lo que le tienen pensado hacer a algunos de los nuevos.

Antes de entrar a mi próxima clase veo como entra una chica de mirada desafiante, su postura rígida aunque tranquila me da buenas vibras, sus ojos color verdes se encuentran fríos, pero cálidos a la vez, su rostro completamente serio hacen que algunos se alejen de ella, la chica a su lado se ríe de ellos mientras que camina con tranquilidad al lado de su amiga.

Al pasar por mi lado se detienen en una puerta y con mucho descaro detalló a la chica, percatandome de que el color de sus ojos no son verdes si no mieles, su cabello ondulado castaño claro cae hasta el inicio de sus nalgas, es alta, pero no tanto como yo o como la chica a su lado.

Asiente hacia su amiga y dan media vuelta alejándose.

—Son algunas de las nuevas .—Pego un brinco mirando mal a Bianca —Lo siento, ambas vienen de no sé dónde, son ellas dos y tres chicos más, a ella no le han intentado hacer nada, la de ojos claros intimida a varios ya, por su rostro como un ángel, pero con mirada fría, no se atreven a hacerles algo y a la chica a su lado menos, temen por sus vidas.—Se ríe tomando mi mano, nos introduce en el salón sentándonos en las primeras filas —A los otros dos chicos le hicieron una broma, pero ellos se la devolvieron peor y ahora son respetados y a él otro no lograron hacerle nada .—Continúa diciendo mientras que saco mis libros.

—Apuesto con los estúpidos que tenemos como hombres en la universidad apostaron quienes se la llevan primero a la cama —

—Y sí, pero ambas pasan de ellos como si fuesen pestes, más la de ojos claros les dedica una mirada llena de asco y ellos no se acercan, yo misma presencié está mañana como ella miraba a uno de ellos, con cara de pocos a amigos, él se interpuso en su camino y ella lo esquivó como si no existiera.—Se ríe—Hubieras visto su cara, fue todo un poema .— Saca sus libros —Otras dos chicas también entraron nuevas, pero una de esas dos o las dos están con uno de los nuevos no sé.—Lleva su lápiz a sus labios golpeando estos.

—Sabes, no deberías estudiar derecho, deberías estudiar periodismo .—Ella hace una mueca.

—Sería genial, pero deseo enviar a todos los desgraciados que merecen ir a la cárcel sin piedad .—Sonríe.

Ambas nos callamos al ver entrar al profesor Malcom, un hombre de algunos veintinueve años, rubio de ojos azules, sonrisa perfecta, cuerpo esbelto, cuando se tensa se le marcan las venas en sus manos y estoy casi segura que tiene tatuajes por sus brazos, pero él siempre asiste con trajes a la medida, saca sus anteojos, deja sus cosas en la mesa causando el suspiro de varias chicas.

Bianca me codea negando, sabemos que está muy bueno, pero por alguna extraña razón nunca nos atrajo de la forma que a las demás femeninas de la universidad si.

Está por decir algo cuando la puerta es abierta de nuevo y por ella pasa una chica con su cabello castaño oscuro por todo su rostro debido al tener el rostro hacia el suelo, su respiración es un caos.

Levanta un poco su cabeza mirando por el rabillo del ojo, veo como su cara se torna roja y baja la vista con rapidez.

—¿Señorita? —Él profesor se acerca escaneando a la pobre chica que tiembla como cordero en su sitio.

—Yo .—Empieza a decir con acento.

¿Francesa? ¿Italiana? ¿Alemana?

Su atuendo que costa en una falda de cuadros vinotinto con negro, un suéter crema y su mochila negra, sencillo, pero bonito la hace ver tierna, debil, sus manos pálidas tiemblan.

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