Capítulo 18: Frustración.

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Shinoa estaba frente al espejo de su habitación, estaba acomodando su flequillo para luego girar la cabeza de un lado a otro verificando que todo estuviera bien, ella se había puesto la nueva cinta que Yuu le había regalado, le gustaba que fuera de seda y fina, pues así podía entrelazarla con su cabello.

Ésta vez había optado por hacerse media cola, haciendo un simple lazo con la cinta, se había puesto un suéter tejido cuello tortuga color rosa pastel que le llegaba hasta la mitad de los muslos, con un jean ceñido a su piernas.

—Me pregunto si será muy temprano para ir a su casa, ayer estuvimos casi todo el día—

Ella se sonrojó un poco, dudando mientras iba hacia la cocina por una ensalada de frutas que preparó sin ninguna prisa, afortunadamente decidió visitarlo por la tarde así que solo saldría a comprar unas cosas para su casa sin saber que pronto toda la tranquilidad se iría.

***

—¿Qué?— Yuichiro se le secó la garganta.

—En unos días traeré a Shinoa conmigo, no la volverás a ver nunca, no dejaré que sepas de ella jamás así como ella no te verá ni sabrá nada de tí— Repitió Tenri con una sonrisa burlona parecida a la pelimorada.

—No puede obligarla, ella no querrá— Habló todavía tratando de mantener la calma pero sus puños estaban tan apretados.

—La traeré aunque sea a la fuerza, ya hice esto una vez y puedo volver hacerlo—

Yuichiro tuvo que contenerse a toda costa de no perder la cordura, a este paso no sabía si su corazón estaba doliendo tanto que quería gritar o era Asuramaru tratando de alimentarse de su temor cumplido o solo era la rabia hirviendo su sangre hasta querer tocar la trompeta.

¿Ya lo ha hecho? ¿Qué quiere decir?.

Pensó el azabache con su mano ya en la empuñadura de su espada pero nada más en un pestañeo Kureto había sacado a Raimeki, listo para cualquier ataque.

—No va a servir, aún soy un serafín—

Y el hermano de Shinoa lo sabía, había sido testigo muchas veces del poder del serafín que portaba Yuichiro, si el quisiera en ese mismo instante podía pulverizar todo en sal el edificio junto a ellos, como lo hizo en el bombardeo de Shinjuku.

El problema era...

Que Yuichiro no podía usar el poder del Ángel, por eso Kureto y Tenri estaban tan calmados, como esperando el momento de que el muchacho perdiera el control y usara el poder para acusarlo de traición.

No, no podía tocar la trompeta, si lo encerraban o lo condenaban a muerte sería mucho peor, no iba a poder hacer nada por Shinoa.

—Será mejor que se vaya soldado especial Hyakuya Yuichiro, a este paso cualquiera de la decisión que tome ya sea su serafín o su demonio, aún sigo siendo el Jefe de todo el Ejército, ambas acciones serán consideradas traición—

El azabache crujió los dientes, el viejo tenía todas las cartas ganadoras para ese día pero aún así no se iba a quedar así, guardo su compostura dando media vuelta para salir del lugar, una vez cerró la puerta detrás suyo sintió unas enormes ganas de gritar por la frustración, destruir todo a su alrededor y escapar con su pelimorada pero no era tan fácil.

Mientras bajaba por el ascensor tenía la mirada perdida en el suelo, tenía ganas de llorar pero ninguna lágrima saldría en ese momento, de pronto, las palabras de Tenri volvieron a resonar en su cabeza.

En unos días...

Unos días serían suficientes, Yuichiro sonrió ladino, como si tuviera un plan en mente pero por más que lo pensaba solo quería esconderse en un lugar y llorar, dejar salir toda esa rabia con el dolor antes de que tocara la trompeta.

***

—Oye, ya basta, tengo que hacer algo y tú me estás distrayendo— Dijo Guren acomodando su flequillo.

—¿Yo? Yo solo vine a visitarte, si tenías algo que hacer solo tenías que ignorame e irte—

Shinya realmente lo estaba disfrutando, estaba sentado en la silla giratoria del Coronel dando vueltas como si fuera un pequeño niño jugando, Guren se volteo a verlo, abrochando los primeros botones de su camisa, aunque estaba acostumbrado al comportamiento de su amigo a veces resultaba cansado pero nunca decía nada, para él era mejor verlo así y soportarlo así que haberlo dejado muerto en la catástrofe.

—Sal—

—Que mal educado eres— Se quejó Shinya.

—... Pues resulta que mi papá no me enseñó modales, largo—

—¿Ya te vas?—

—Si, no quiero que te quedes aquí y tampoco quiero que me acompañes a dónde voy—

—Ah tranquilo, ya me voy— El francotirador tomó su chaqueta en brazos para irse, refunfuñando algo antes de salir de la oficina —Ni siquiera quería ir con él—

El Teniente Coronel también no tomo su chaqueta pero observó que todo estuviera en orden antes de dejar su oficina, aunque Shinya lo había despistado todo ese rato aún seguía preocupado por Yuichiro, no importaba cuánto luchara por no sentirse de esa manera, tenía que ir a verlo.

Ya iba ser medio día, el sol estaba en su máximo esplendor pero la nieve seguía intacta sin embargo, pronto el manto blanco desaparecería y sería primavera. Particularmente el Teniente Coronel no se fijaba mucho a su alrededor pero caminando por los lugares sentía a las personas más animosas, tal vez porque todo estaba yendo bastante bien... Al menos para ellos, ya no tenían que preocuparse de los jinetes del apocalipsis y tampoco de los vampiros.

Pero por supuesto los problemas siempre serían parte de la vida.

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El rey de la salDonde viven las historias. Descúbrelo ahora