Capítulo 7: Luz Morada

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En la camioneta que Kimizuki manejaba, Yuu iba en el asiento del copiloto con un brazo apoyado en la ventana de la puerta, el dorso de su mano presionándose contra su mejilla, la brisa calando en su cabello se mantenía callado con un rostro inexpresivo, Yoichi en el medio de ambos con las manos juntas de manera inquieta mirándolas sin ningún sentido, las chicas en la parte de atrás al aire libre sentadas una frente a la otra.

—Gracias— Shinoa irrumpió el silencio con esa simple palabra, el viento revolviendo los cabellos de sus costados.

Jiang Li levantó el rostro, pestañeo una vez mirando a la pelimorada con un particular brillo que sus zafiros escondían, parecía que cualquiera podría perderse en un mar interminable.

—Yuu pudo volver con nosotros gracias al virus, tuvimos 6 meses sin saber nada de él— Dijo Shinoa para que el ambiente no se volviera incómodo.

—De nada— La extranjera dibujo una sonrisa y su voz era tan suave que parecía una caricia, como la marea acariciando la arena de la orilla de la playa.

La Sargento desvío la mirada hacia sus pies, insegura de preguntar cosas relacionadas al experimento, ¿Se vería muy sospechoso?.

—Yuichiro-San es muy fuerte— Habló la extranjera atrayendo la atención de Shinoa —Mostró una resistencia más allá de lo que pudimos imaginar, quizás fue el deseo de poder crear el Virus AT, quizás fue su voluntad o tal vez ambas pero no podíamos perder a Yuichiro-San, primero por el acuerdo que establecimos con los vampiros y segundo si Yuichiro-San moría significaba que habría que esperar la otra reencarnación del Rey de la Sal—

Aquello llamó bastante la atención de Shinoa quien escuchaba muy atenta a cada palabra, una ráfaga de viento helado soplo trayendo consigo un sonido aflautado, ambas rotaron sus cabezas en dirección al viento fijándose de como a lo lejos se distinguía un edificio tan alto como el de los Hiragis.

—Casi llegamos— Susurró Shinoa para si misma y volvió su vista a la de ojos zafiros —Pensé que por medio de los experimentos de la Secta Hyakuya, Yuu se había convertido en Serafín— Soltó Shinoa sin deseos de quedarse callada.

—También lo pensé, pero antes de que Yuichiro-san fuera llevado al orfanato Hyakuya como huérfano, los padres de este habían intentado matarlo, su madre diciendo que era un demonio, todo indicó que Yuichiro-San había nacido con la Segunda Trompeta—

Shinoa pestañeo una vez abriendo sus ojos ligeramente sorprendida, con sus labios entre abiertos estaba a punto de decir algo cuando Kimizuki sonó el claxon llamando la atención de ambas chicas, Yuu sacó su cabeza por la ventana de la puerta.

—¡Ya llegamos!— Avisó.

Inmediatamente entrando a un estacionamiento, Shinoa no dijo nada pero claramente su conversación con Jiang Li no terminaría allí y la Doctora lo sabía por la fugaz mirada de la chica que le dio antes de bajarse.

—¿Estas bien?— Preguntó Yuu a Shinoa al verla con el ceño fruncido ligeramente, como si en su mente estuviera calando un montón de piezas de un rompecabezas.

—¿Eh? Sí, sólo que hace frío— La pelimorada relajo sus facciones.

El Serafín acomodó el abrigo del uniforme que llevaba Shinoa, sutilmente pasando el dorso de su mano por la mejilla izquierda de la chica, casi como un roce pero esa caricia fue suficiente para que le dejara un leve cosquilleo en el pómulo. Aquello paso desaparecido para Kimizuki y Yoichi pero no para la Taiwanesa que desvío su mirada a un gran grupo de soldados cerca de la entrada del edificio.

Yoichi se encontraba hablando de algo con Kimizuki lo que parecía ser susurros entre ellos, Shinoa ladeó su cabeza a un costado al percatarse de alguien se acercaba, Yuu la miró intrigado y justo cuando se disponía a girar un leve empujón le fue dado en su espalda haciendo que chocara en un traspiés con el cuerpo pequeño de Shinoa entonces se giró casi de ipso facto para encarar a nada menos que Makoto Narumi.

El rey de la salDonde viven las historias. Descúbrelo ahora