Capítulo 14: Señales

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Pov: Jimin

Hobi me había insistido múltiples veces en que le diera al desconocido la oportunidad de explicarse, de aclarar los tantos. Tae me había ofrecido conseguir el teléfono del hermano de Yoongi y su nombre, pero por un lado me acobardaba la idea de mensajearle o llamarlo para pedirle explicaciones, éramos completos desconocidos y yo estaría actuando como un novio celoso, no daba. El nombre era otra historia, tenía curiosidad, sí, pero prefería averiguarlo por parte de su dueño y no por detrás. A veces sentía que mi exceso de honestidad me jugaba en contra.

Seguía torturandome recordando la imagen de la supuesta novia, la chica era bellísima. Bajo la luz poco favorecedora del antro, su piel parecía brillar como la más fina de las porcelanas, sus ojos eran expresivos y su cabello negro azabache se veía sano y reluciente. No podía evitar pensar en que encajaba a la perfección con el dueño de mis suspiros. Mi autoestima nunca había sido baja, pero no podía evitar compararme y empezar a encontrar defectos en mi que antes no habían siquiera pasado por mi mente, mis sentimientos heridos me jugaban una mala pasada. Ahora las puntas resecas de mi pelo teñido me daban vergüenza, mi aspecto de niño desaliñado me resultaba bochornoso y admitía que podría tener un poco de cuidado en mi piel, rasposa por el oficio que ejercía, había perdido algo de la confianza que me caracterizaba con tan solo una breve interacción con la desconocida.  

A lo único que me había animado en esos días era a tomar los trabajos de tintorería en la empresa de Namjoon. Me sentía un poco extraño invadiendo el que suponía era su espacio, pero quería empujar un poquito al destino. Pasearme repetidas veces por las calles donde lo había chocado anteriormente no había servido de nada, esto era más drástico pero un poco más efectivo, soñaba con cruzarlo en la entrada de su edificio, tener al menos un cierre a estos tontos sentimientos que habían dado inicio sin el permiso de ninguno de los dos.

El primer día que pisé su casa luego de nuestro último encuentro me sentí estúpido y cohibido a la vez. Bien Jimin, no querías parecer acosador mandando un whatsapp, ¿y te apareces en su casa? ¿Qué estaba pensando? ¿Qué pretendía hacer? Esperarlo como un desquiciado y decirle: Hola, mi amigo Tae cree que soy tu destino, ¿así que quién era la chica del sábado? Me llevarían preso mínimo, al loquero si tenía suerte.

Me senté en su sillón meditando mi próximo movimiento, dejar una notita me parecía infantil, para eso le hubiera mandado el bendito mensaje que ahora sonaba como una idea maravillosa...

Mientras estaba allí recordé el incidente de mi campera perdida y encontrada, justamente la campera que tenía puesta en ese momento. No había garantías de que la hubiera olvidado allí la vez anterior, la podría haber dejado en cualquiera de mis trabajos, verdaderamente no lo recordaba. Pero tal vez si la dejaba y el dueño de la casa se acercaba a la agencia a devolverla podría cruzarme con él, o pedirle su número a mi jefe para agradecerle y no parecer tan freaky por tener su número de la nada.

Si, eso haría, olvidaría mi campera a propósito, era una brillante idea tomada en un momento de gran lucidez.

Plan de mierda si los hay, pasé frío el resto del día, solo para encontrar la campera de regreso en mi trabajo unos días después y no cruzarme ni una vez con el jefe como para pedirle el número de teléfono del sujeto en cuestión. Esa noche lloriqueé un poco abrazado a mi campera, me sentía frustrado y triste con esta situación.

No le conté nada a mis amigos sobre mi intento fallido de reencontrarme con el dueño de mis suspiros, creía que lo verían como algo infantil y me insistirían en que lo llamara por teléfono y manejara la situación como un adulto, yo no estaba listo para tanto, mi corazón seguía dudando de la escena vivida en nuestro último encuentro.

Otra semana transcurrió en la que no me animé a tomar nuevas acciones, el jueves siguiente, casi sin pensar, volví a tomar el trabajo para el recado de tintorería del dueño del pañuelo. ¡Eso era! Tenía que dejarle alguna señal más clara, ayudar al destino como diría Tae. Rebusqué en mi armario y di con mi objetivo, un delicado pañuelo rosa de seda con el que solía adornar mi cuello cuando refrescaba. No quería dejar abandonado el pañuelo negro en su casa, me sentía estúpidamente apegado a ese cuadrado de tela que aún yacía en mi mesita de luz. 

En mi cabecita el plan era perfecto, el dueño de casa tendría que asociar que obviamente el pañuelo era mío, y era mi manera de comunicarme con él. Como si supiera que yo trabajaba para Namjoon y hacía su tintorería, como si pudiera adivinar que de la decena de trabajadores yo era quién había pasado por su casa, como si entendiera que un pañuelo al azar debía simbolizar el pañuelo perdido en nuestro primer encuentro. Todos estos detalles no los pensé a tiempo claramente.

Cumplí con mi trabajo y dejé mi rastro en un lugar muy visible, salí esperanzado del departamento, con una sonrisa radiante adornando mi rostro. Nuevamente fui un iluso, esta vez no volvió mi pañuelo y mi señor poste no apareció mágicamente en mi camino. El destino sin dudas apestaba, pero aun así yo no podía dejar de lamentarme por mis rotas ilusiones...

Imantado a ti - Kookmin -Donde viven las historias. Descúbrelo ahora