Capítulo 5: Desahogo

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Pov: Jimin

Me desperté caliente, hace varios días, semanas tal vez, que no me tocaba ni un poquito, y haber leído tanto bl esa semana me hizo tener una serie de sueños eróticos en mis horas de descanso que hicieron estragos en mi estado de ánimos. 

Rodé por la cama para ponerme boca abajo, el simple roce de las sábanas contra mi piel desnuda me sobreexcitó (ok, caliente se queda corto, lo admito). Tomé de mi mesa de luz mi lubricante favorito y unté mis dedos con él. Fui directo al punto, rozando mi entrada, burlándome de mi mismo, mientras mi miembro era exquisitamente aprisionado entre mi vientre y el colchón. 

Lentamente comencé a penetrarme, una puntita, un dedo, dos... se abrieron, dieron unos giros, salieron y entraron repetidas veces, explorando, buscando mi propio placer. Gemí frustrado, no encontraba mi punto en esa posición (impaciente, por?) Me arrodillé para poder montar mis dedos, llegando un poquito más profundo. Reboté rítmicamente sobre mi mano, ya con 4 dedos dentro, ensanchando mi entrada al límite entre el dolor y el placer, en ese estiramiento ardiente justo y necesario. Una mano juguetona se introdujo en mi boca, se remojó en mi saliva y fue directo a pellizcar un pezón, lo retorcí, lo golpeé, lo volví a pellizcar, sintiendo tirones en mi entrepierna con cada movimiento, soltando jadeos cortos cada vez que torturaba ese punto. 

Mi erección rebotaba contra mi estómago, goteando presemen desde la punta hinchada y rojiza. Me gustaba llegar sin tocarme la polla, había algo extremadamente erótico en jugar con todos mis puntos erógenos sin atender directamente a mi virilidad. Gemí profundo y sonoro cuando mi orgasmo me golpeó repentinamente, atiné a agarrar lo primero que vi con mi mano libre para contener mi semen, no quería cambiar las sábanas hoy. Cuando me calmé miré hacia el desastre que había hecho en mis manos, dándome cuenta de que el trapo que había sido embadurnado en mis fluidos no era más que el pobre pañuelo robado. Me rei de la situación mientras caminaba hacia el baño para lavar al maltratado pedazo de tela, y tal vez jugar un poquito más conmigo mismo en la bañera, un solo orgasmo con tanta calentura era desperdicio, ¿no?

Lavé y colgué el pañuelo en un pequeño tender que tenía en el baño, por suerte la costosa seda parecía repeler la suciedad, quedó reluciente sin tener que refregarlo siquiera. Siguiendo el hilo de mis pensamientos anteriores llené la bañera, necesitaba relajarme un poco más aún, las semanas de exámenes me solían dejar drenado física y mentalmente, era hora de prestarme un poquito más de atención. 

No sabía si seguiría con ganas de tocarme luego de mi baño (o durante), a veces la calentura se me pasaba entrando en mi ritual de relax, pero presentía que al menos me quedaba una ronda o dos más de orgasmos, mi miembro volvía a estar firme, sin haberme siquiera tocado nuevamente. 

Aproveché el estiramiento anterior de mi entrada para introducirme un consolador, de los más grandes que tengo, la sensación de plenitud me ayudaba a liberar tensiones mientras me bañaba y escuchaba algo de música tenue. Tal vez no haría nada, solo lo dejaría allí mientras me acicalaba en mi bañera, pero me ayudaba a calmar mi ansiedad tener mis paredes anales estrujándose contra algo. Era joven y tenía un libido bastante alto, pero no solía salir mucho ni engancharme con nadie, la uni me tenía drenado, por lo que esos "encuentros conmigo mismo" cómo me gustaba llamar a mis pequeñas rutinas, me ayudaban a descargarme un poco. 

En algún momento de mi vida había caído en salir con parejas que no terminaron entrando al salón de la fama de "las mejores decisiones de Park Jimin", solo salía con ellos porque me sentía un tanto solo y desatendido. Había aprendido a la fuerza que no podría encontrar mejor compañía que la propia en este momento de mi vida, donde mi prioridad estaba puesta en los estudios. Lo sexual lo podía suplir solito con facilidad y lo emocional lo llenaba con el cariño que me profesaban mis amigos, no necesitaba más.

Ya en la bañera froté a conciencia cada rincón de mi cuerpo, deshaciéndome de algunos restos de pintura difíciles, evidencias de mis últimos días de caos creativo. Cuando fui a enjabonar mi zona íntima al más mínimo roce sentí una placentera electricidad recorrerme desde los dedos de los pies hasta las puntas de mi pelo. Fui consciente nuevamente del consolador en mi entrada, tan absorto estaba en mis cavilaciones que lo había olvidado por un breve momento.

Me aventuré a moverlo unos milímetros, el efecto eléctrico se repitió, arqueando levemente mi espalda, replicando en mis paredes anales ondulando involuntariamente contra el miembro de plástico, masajeándome por dentro, arrancándome leves gemidos rotos. Repetí la acción, un poco dentro, un poco fuera, lento y tortuoso. La bañera comenzó a producir un pequeño oleaje gracias a mis movimientos, no me importó. 

Concentrado en mi propio placer seguí moviendo al consolador, y sumé pequeños sentones sobre el mismo, rozando todo mi interior, sensible aún del orgasmo previo. Gemí alto y fuerte, me excitó en sobremedida sentir el eco de mi placer en la acústica del baño, no fui consciente de mucho más. Mis movimientos se tornaron salvajes y acabé antes de lo que hubiera deseado. Fue un orgasmo devastador nuevamente, pero yo prefería el placer lento, no me quedaría conforme con esto. 

Con esos pensamientos en mente salí de la bañera, me miré al espejo de cuerpo completo que tenía en el baño, me di la vuelta y observé la punta del consolador asomándose entre mis nalgas, aún moviéndose sutilmente por las réplicas de mi orgasmo, una sonrisa traviesa decoró mi rostro mientras una idea se materializaba. 

Coloqué una toalla mullida en el piso, me puse en cuatro con mi trasero apuntando al espejo, una hermosa visión si me preguntan, y volví a mi tarea de mover rítmicamente al objeto en medio de mi culo. Desde esta posición podía ver todo, como el borde ya un poco oscuro de mi entrada engullía mi juguete una y otra vez, más rápido, más lento, profundo siempre. Continué así durante un gran rato, me arrodillé un poco para poder utilizar mis dos manos, con una empujaba en mi interior y con la otra separaba mis nalgas, rozaba el anillo de músculos con mis dedos, ejerciendo presión extra, masajeando el contorno, deleitandome en cada pequeña sensación. 

El contraste del calor en mi interior y el fresco de mi piel mojada me llevaban a estremecerme de placer, estaba casi en trance, perdiendo la noción del tiempo, disfrutando la llegada de un placer más lento e infernal. Cuando acabé lo hice con todo mi cuerpo, temblé de pies a cabeza, grité sumido en éxtasis y caí derrumbado al piso sobre mis propios fluidos, no me importaba nada, me sentía satisfecho al fin. 

Disfruté de las sensaciones hasta que una seguidilla de estornudos se hizo presente, después de todo seguía mojado sobre una toalla en el piso del baño. Con mucha fuerza mental logré incorporarme, darme una ducha rápida (no volvería a caer en los peligros de la bañera) y regresar a mi cama. Aún era temprano por lo que disfrutaría de unas horas más de sueño relajante antes de prepararme para salir con Tae, después de mis mimos personales me sentía listo para enfrentar lo que esa noche me fuera a deparar, riéndome suavemente de mis ocurrencias, volví a deslizarme al mundo de los sueños.



Imantado a ti - Kookmin -Donde viven las historias. Descúbrelo ahora