Titiritera

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María

-Eres una puerca, ¡llenaste de chocolate mi camiseta!-

Me regañaba Michelle riendo. Ella y yo estábamos sentadas en la cama, comiendo helado de chocolate que Rose nos había traído.

-Tú eres la puerca, mírate-

Respondí riendo y pasando mi cuchara por su rostro para ensuciarla más. Estábamos tentadas de la risa por la expresión de Michelle, que se enojaba y reía al mismo tiempo.

-¡Basta! ¡Tengo helado hasta en el cabello!-

Protestaba Michelle, pero ambas reíamos a carcajadas. A pesar de que me sentía mal por saber que Lizzie estaba junto a Tom, Michelle se esforzaba por ayudarme a no pensar en eso.

-¿Qué están haciendo?-

Preguntó Vittorio cuando entró y nos miró asombrado, sonriendo al vernos jugar como niñas.

-Comiendo helado...-

 Respondí, tratando de dejar de reír mientras Michelle estaba manchada por todos lados.

-Sí, ¡está delicioso! ¿Quieres?-

Preguntó Michelle sonriendo y mi tío soltó una carcajada.

-Son dos niñas. Creo que necesitas limpiarte un poco-

Dijo mi tío riendo mientras se dirigía al baño, escuchábamos cómo preparaba la bañera. Era genial.

-Voy a patear tu trasero cuando me recupere... ¡La venganza será cruel!-

Me dijo Michelle salpicándome con su cuchara, lo que hizo que se manchara mi camisón.

-¡Oye! ¡Es un regalo de Tom! Le diré que tú lo manchaste-

Le dije riendo mientras trataba de limpiarlo.

-¡Sí, que tu apache elige bien! Es demasiado sexy. Ahora, por qué llevas esas vendas, Si no sería bastante provocativo. No me lo hacía así, pensé que era más... calmado, todo un caballero-

Decía Michelle, totalmente convencida.

-Tom es un caballero en público... cuando estamos solos... ¿cómo lo digo?-

Expresé dudosa, buscando la palabra adecuada.

-¿Un verdadero Apache? ¡No me jodas! ¿De verdad?-

 Preguntó asombrada, y yo solté una carcajada, asintiendo con la cabeza. Era la mejor definición; Tom era un amante apasionado, arrebatado y dulce a la vez. Era, por momentos, un hombre que invadía y conquistaba a su antojo, y por otros momentos, delicado y dulce. Jamás sabía cómo sería, pero siempre era increíble.

-Es que delante de todos siempre es tan correcto, nunca demuestra demasiado, más allá de sostener tu mano o dejar un beso en tu frente. Creí que era así de pacífico en todo... ¡hasta pensé que necesitaba algo para encenderlo, por eso te di el libro!-

Decía Michelle, asombrada, y yo negaba con la cabeza sin dejar de reír.

-El libro era para mí, créeme, él no necesita nada para encenderlo, ¡necesita un interruptor de apagado más bien!-

Confesé entre risas. Era verdad, al principio éramos dos opuestos, yo con muy poca experiencia en la intimidad y él con demasiada, muchísima, más de lo que me hubiera gustado.

-Lamento interrumpir su conversación tan educativa... Michelle, te dejé la bañera preparada. Arreglen este desastre antes de que sus esposos lo vean-

Ahora... túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora