Jeremy

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¡Buenas tardes a todas! Les dejo un breve capítulo, algo así como un bonus, para calmar ansiedades y no crean que soy tan mala, jajaja, espero lo disfruten... Como siempre agradecida con todas ustedes, por cada comentario y mensaje que me envían! las adoro! abrazos... 

                                 
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Tom: 

Me quedé helado, literalmente paralizado, los tres en realidad... Mi hijo acababa de nacer... y me lo perdí... Sentía el llanto del bebé, y me quería morir, sin dudarlo. Abrí la puerta e ingresé a la habitación, algo gritó Rod, pero no le presté atención...

- ¡Señor! No puede estar aquí, ¿qué está haciendo? -

Me gritó una enfermera. Yo miraba confundido todo; dos doctores voltearon a verme, un hombre sostenía en brazos a un bebé, y la mujer que estaba en la cama lloraba y me miraba asombrada.

- Disculpen, error de cálculos, vamos, Apache. -

Rod entró detrás de mí, jalando mi brazo para sacarme de allí.

- ¡Es la puerta del frente, tarado! -

Me gritó Alessandro entre risas, y Rod me empujaba hacia ella.

- ¡Malditos imbéciles! -

Les respondí sin perder más tiempo yendo a la habitación donde estaba María. 

- ¡Vamos, María! Un esfuerzo más, tú puedes-

Entré despacio a la habitación, con miedo de confundirme otra vez, pero esta vez estaba bien. Reconocí la espalda de Finn apenas lo vi.

- ¡Trata de sacar una sandía por tu trasero y después dime si puedes! -

Gritó María, y me hizo reír. Sí, esa era mi mujer. La enfermera que estaba a su lado y otro médico más no pudieron contenerse y rieron también.

- Señor, no puede estar aquí -

La enfermera notó mi presencia y se dispuso a sacarme de la habitación.

- Oh, no, no, déjenlo. ¡Gracias al cielo llegaste! Haz tus milagros y ayuda a tu esposa -

Me dijo Finn, que volteó a verme. No veía su rostro porque llevaba un cubrebocas, pero noté que sonreía por sus ojos.

- ¿Por qué demonios tardaste tanto?!! ¿Dónde estabas?!!-

Me gritaba María mientras llegaba a su lado. Se la veía cansada, adolorida. Me regañaba y al mismo tiempo lloraba al verme.

Llegué a su lado, le sonreía totalmente emocionado y tomé su mano.

- Ya estoy aquí y no voy a irme jamás... -

Le dije dejando un beso en su frente.

- Vamos, María. Sé que estás cansada, un último esfuerzo, utiliza todas tus fuerzas -

Le decía Finn una vez más.

- No puedo, de verdad, no tengo más fuerza, no puedo hacerlo, estoy agotada -

Decía casi entre lágrimas y me partía el corazón.

- Muñeca, sí que puedes, eres más fuerte que yo. Estamos juntos, un equipo. Hazlo, sé que puedes -

Le dije por lo bajo, sosteniendo con fuerzas sus manos. Ella cerró sus ojos, y por Dios, que jamás vi a alguien hacer un esfuerzo tan grande. Apretaba sus labios para no emitir sonido, y sus mejillas se tensaban con cada contracción. Vi cómo se le escapaba una lágrima, pero su determinación no se quebrantaba. Estaba agotada, pero seguía luchando con una fuerza que solo ella poseía.Me sentía desgarrado por dentro, impotente ante su dolor, pero a la vez admiraba su valentía. Cerró sus ojos con fuerza, como si así pudiera concentrarse mejor en el desafío que tenía por delante. La habitación parecía detenerse, y el silencio se volvía ensordecedor, solo interrumpido por los susurros tranquilizadores del personal médico.En ese momento de desesperación, cuando la incertidumbre y la angustia se apoderaban de mí, el llanto de nuestro hijo rompió el silencio. 

Ahora... túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora