𝙴𝚡𝚝𝚛𝚊.

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Despertó con los rayos del sol sobre su cara

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Despertó con los rayos del sol sobre su cara. Se sentó en su cama, aún adormilado y se frotó los ojos.

Se levantó desganado y caminó hasta el baño. Observó su reflejo en el espejo un momento, notando sus ojeras y sus cabellos revueltos. Suspiró con cansancio, dedicándose a sí mismo una sonrisa con tristeza, que parecía más una mueca.

Tras unos minutos, sacudió su cabeza, intentando despejarse, y decidió no perder tiempo e irse a duchar.

Tras unos minutos, sacudió su cabeza, intentando despejarse, y decidió no perder tiempo e irse a duchar

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Salió de su casa con las manos metidas en sus bolsillos, caminando con tranquilidad. No tenía muchos ánimos de nada, pero quería distraerse.

Aquello había sido tan real para él que le costaba aceptar que no era así. Por segunda vez suspiró, esta vez con tristeza.

Y continuó avanzando por las poco transitadas calles de Konoha a paso lento, con su cabeza gacha y la mirada en el suelo.

Dio vueltas por la aldea durante un par de horas hasta acabar sentado en un parque. El clima no era muy agradable para muchos, pues hacia bastante frío, por lo que el lugar estaba casi vacío, a excepción de un grupo de niños que jugaban a la distancia.

Sonrió levemente viéndoles. Le recordaban a él y a sus compañeros. Aunque nunca hayan tenido ese tipo de relación cuando eran pequeños, ni solían salir juntos a jugar. Pero le hubiera gustado que haya sido así.

Al peli-negro del grupo se le escapó la pelota, llegando hasta donde él estaba sentado. El pequeño vino corriendo a buscarla. Levantó la cabeza un momento para mirarle, le saludó animadamente, dedicándole una sonrisa, para luego dar la vuelta y volver con sus amigos.

El pequeño le recordaba tanto a Obito. Realmente se le parecía mucho. Volvió a sonreír, viéndole correr hasta llegar de nuevo con sus amigos.

Ya eran al rededor de las 6:00 de la tarde

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Ya eran al rededor de las 6:00 de la tarde. Había estado casi todo el día en el parque. Pero ya debía regresar a su casa, tenía cosas que hacer.

Pero antes de volver a su hogar, se encaminó hacia un sitio que había estado evitando visitar desde hacía ya unos meses.

Entró en el lugar, manteniendo su mirada en el suelo, mientras caminabas entre las tumbas. Hasta que por fin llegó a la que buscaba.

La observó de pie durante unos minutos, para luego agacharse frente a ella, y colocarle una mano encima, justo dónde estaba grabado aquel nombre.

Cerró sus ojos, sonriendo.

— Fue uno de los mejores sueños que he tenido — susurró — Ojalá hubiera sido real.

Abrió sus ojos nuevamente, viendo la lápida con tristeza, sintiendo como su mirada se cristalizaba.

— Realmente me hubiera encantado que estuvieras aquí — volvió a susurrar.

Una mano se posó en su hombro, sobresaltándole levemente. Volteó, viendo hacia arriba. Su acompañante le dedicó una mirada con abatimiento, entendiendo muy bien como se sentía.

— Supuse que estarías aquí. Hoy es el aniversario, ¿no?

— Sí — musitó el Hatake, regresando su mirada a la lápida ante él  — Ya han pasado quince años.

Un suave sollozo se escapó de sus labios, mientras las primeras lágrimas se deslizaban por sus mejillas.

— Le extraño — pronunció en voz baja, con su voz rota.

— Kakashi... — bisbiseó, agachándose junto al peli-plata, abrazándole contra él — Sé que lo extrañas. Y estoy seguro de que él también lo sabe.

— ¿Sabes? Ese sueño que tuve fue tan real... Que aún me cuesta creer que no lo sea.

— Lo lamento... Lamento no poder hacer nada para cumplirlo... — susurró, sintiéndose mal por el chico. Odiaba verle así.

— No digas eso — habló contra su pecho — No puedo esperar que todos mis sueños se cumplan cada vez que quiero — se separó de el mayor, y le tomó del rostro — Te tengo a ti — sonrió — Ya se me cumplió un deseo. Y estoy feliz y agradecido por eso.

— ¿Estás seguro? — preguntó en voz baja — Nunca habías llorado así cuando venías a verle antes.

— Bueno. Me has dicho muchas veces que no debo guardarme todo para mí. Que a veces debo dejar que mis sentimientos salgan. Así que... Eso fue lo hice. Sentí ganas de llorar, y no traté de evitarlo.

— No me gusta verte triste — susurró, pegando su frente a la del menor.

— Estoy bien. Tranquilo — sonrió, dándole un pequeño beso — ¿Dónde está Ayato? — preguntó — Lo vi en el parque hoy.

Ayato, era el pequeño peli-negro que jugaba con sus amigos, mientras el Hatake les observaba desde la banca. Era un pequeño niño perteneciente al clan Uchiha, que había quedado huérfano a los tres años, luego de que Deimos atacara la aldea el día del nacimiento de Naruto.

El azabache se había encariñado tanto con ese niño, que se podría decir que prácticamente le había adoptado. Al peli-plata no le molesto en lo absoluto, el pequeño se parecía demasiado a Obito, y eso le gustaba.

— Nos está esperando — contestó su pareja — Lo vi en casa cuando regresé. Allí estaba cuando vine a buscarte a ti.

— ¿Terminaste tan tarde hoy? — preguntó levantándose del suelo.

— Hubiera terminado hace horas, sino hubiera sido porque a Naruto y Sasuke se le ocurrió pelear.

— Y eso qué tienen a penas siete años. Espera un poco más — rió el Hatake, recordando al Naruto y Sasuke que él había conocido.

— Sí, bueno... Hay algunas cosas que nunca cambian — sonrió el Uchiha, tomando la mano de su prometido, comenzando a caminar fuera del cementerio.

— Sí. Supongo que tienes razón...

 Supongo que tienes razón

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𝙱𝚒𝚛𝚝𝚑𝚍𝚊𝚢 𝚆𝚒𝚜𝚑. •𝙾𝚋𝚒𝙺𝚊𝚔𝚊•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora