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Después de que Minato-Sensei se fuera a hablar con el Kazekage, mis compañeros y yo emprendimos viaje hacia la posada en la que nos íbamos a hospedar por esa noche, y una vez en el lugar, cada quién se fue a instale a su respectiva habitación.
Me encontraba ordenando las cosas que había traído en mí mochila, cuándo escuché un fuerte estruendo que me hizo sobresaltar.
Gire mí cabeza hacia la izquierda, mirando hacia la puerta, aún con la prenda en la mano, y espere unos segundo en esa posición, a ver si se podía escuchar algo más. Pero nada, todo se mantuvo en silencio.
Regrese entonces mí vista nuevamente hacia mí mochila y continué ordenando mis cosas, sin darle mayor importancia.
De repente la puerta de mí habitación se abrió violentamente, y por ella entro una Rin bastante agitada.
— Kakashi... — dijo la castaña, mientras intentaba recobrar el aliento.
— ¿Qué te pasa? Parece que corriste una maratón.
— Es Obito..
— ¿Obito? — pregunté con preocupación — ¿Qué le ha pasado a Obito?
— Pues... Se... Se ha caído... En la habitación — respondió.
— ¿Otra vez se ha caído? — inquirí sin poder creérmelo.
— Sí... Otra vez. Ven a ayudarme con él, por favor.
— Está bien — dije, dejando mis cosas a un lado — Vamos.
Salí de mí habitación y me encamine hacia la de Obito, con mi compañera detrás. Pero ella, al ver hacia dónde me dirigía me detuvo.
— Kakashi... Espera.
— ¿Qué?
— ¿A dónde vas?
— Pues, ¿a dónde más? — dije confuso — A la habitación de Obito. Me dijiste que te ayude con él porque se había caído.
— Sí... Pero... Es que Obito no está ahí...
— ¿Cómo qué no? Dijiste que se había caído en la habitación.
— Sí. Pero no en su habitación. En MÍ habitación.
Le observe detenidamente, apretando los labios.
— ¿Y qué hace Obito en tu habitación? — pregunté, frunciendo el ceño.
— Eh... Bueno. Pues... Él estaba... Ya sabes, Kakashi...
— No. No lo sé — me cruce de brazos.
— Él... Él estaba... Ayudándome — respondió nerviosa — Jaja. Sí, eso. Él estaba ayudándome con algo.
No le hice más preguntas sobre el tema. Aunque sinceramente, no le creía del todo. Simplemente cambié mí dirección, y está vez me encaminé hacia la habitación de Rin con la castaña siguiéndome detrás.