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— ¿No han habido noticias de él?
— No, Kakashi. Me temo que no — respondió el líder — Ya de por sí él no suele venir mucho a este lugar. Y ahora mucho menos.
— ¿Y qué hay de sus escondites? — preguntó, ahora volteando a ver al Tanaka.
— Ehm... Bueno... Yo quise ir a revisar... Pero Pain-san me lo prohibió.
— Así es. No me parece bien que Yūta vaya hasta allá. No sabemos cómo podría reaccionar Deimos si le viera. Menos cuando es más que obvio que él ya sabe que Yūta le traicionó — explicó — Así que por eso no dejé que se acercara.
— Sí. Eso tiene sentido... — murmuró el Hatake — Es mejor que no haya ido.
— ¿Y Obito como sigue? — preguntó Konan.
— A penas a pasado una semana. Pero se está recuperando de a poco.
— Eso es bueno... Espero que siga siendo así.
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El peli-plata abrió la puerta de la habitación, y se mantuvo quieto en el umbral, buscando con su mirada al azabache. Pero no parecía estar allí.
Frunció el ceño confundido. Cuando se fue el peli-negro estaba dormido. ¿A dónde iría?
Iba a dar media vuelta e ir a buscarlo, mas se petrificó en su sitio, abriendo sus ojos en grande cuando sintió una respiración en su nuca.
Un par de brazos le rodearon por detrás, y una cabeza se recargó en su hombro. Sintiendo ahora esa respiración contra su cuello.
— ¿Obito...? — preguntó en un susurro.
— ¿Quién más podría ser? — contestó con voz cansada — ¿O a caso esperabas a otro? — inquirió, dejando distinguir un tono de molestia.
— Obito...
— Responde — ordenó.
— Obito... — pronunció, volteando hacia el Uchiha, tomándole del rostro — ¿A quién podría estar esperando?
