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Logan admiró a Dalila mientras ella admiraba la mesa repleta de adornos para el cabello, que parecían sacados de uno de los libros de la biblioteca Mikaelson, pues, a pesar de que se notaba que salieron de fabrica recientemente, tenían detalles que los convertían en representaciones de la antigua moda asiática. 

Curiosamente, en Beirut había un mercadito para todo, porque cualquiera creería que un país con una fe tan marcada obligaría a todos a seguir las normas religiosas, pero la realidad era diferente y el hecho de que fuera tan fácil encontrar adornos para la cabeza diferentes al hiyab lo demostraba.

La vio tomar una peineta que claramente debía estar hecha de plástico, pero si no se veía mucho podía parecer de oro y jade. Sonrió un poco y la dejó en su lugar antes de que el vendedor se acercara a preguntarle si le interesaba.

—¿Te gusta? —Preguntó Logan desde su lugar y Dalila meneó la cabeza. —Tu cara dice otra cosa.

—No, está bien. —Logan se rió suavemente mientras tomaba la peineta con su mano izquierda, llamando así la atención del vendedor. —No, está bien. —Repitió Dalila cuando notó que Logan sacaba su cartera. —No me gustan los adornos del cabello, no me lucen bien.

—¿Los has usado? —Con su pregunta, Dalila apretó los labios, siendo así una silenciosa respuesta negativa. —¿Qué precio tiene? —Le preguntó al encantador vendedor, un señor mayor de edad que corría de un lado a otro atendiendo lo mejor que podía debido a sus piernas cansadas.

—Solo cinco dólares. —Respondió el hombre y Logan le tendió un billete de diez. —Un momento, por favor, iré por el...

—No hay problema, no necesito el cambio. —Interrumpió Logan y le hizo feliz la alegría del hombre. Logan se giró hacia Dalila y levantó la peineta, sin poder evitarlo, la rubia sonrió al ver el sol reflejarse en el dorado pulido del adorno. —¿Puedo?

—Oh, si... —Dalila se inclinó hacia adelante, como si le fueran a colocar una corona.

—No, tienes que darme la espalda. —Logan se contuvo, porque le dio un poco de risa esa reacción tan encantadora. Dalila asintió como si le hubieran dado una orden y obedeció. —Nunca aprendí a hacerlo muy bien, pero a mi hermana le gustaban estas cosas.

Mientras sujetaba unos mechones dorados de Dalila y los acomodaba para crear un improvisado moño de cabello donde encajar la peineta, recordó a Skylar, quien en efecto tenía cierto gusto por los adornos del cabello, no peinetas, pero si le gustaban las diademas y los pasadores con brillo. El gusto fue infantil y era completamente normal en una niña de cinco años que era mimada y peinada por su madre cada día, pero se borró ese gusto cuando fueron llevados al orfanato, donde no tenían derecho a esas banalidades.

Logan, cuando sus padres aún vivían, aprendió una que otra cosa sobre peinados, ya no lo recordaba bien, pero había visto como peinaban a sus sobrinas y trató de imitarlo, logrando un moño despeinado en la parte trasera de la cabeza de Dalila, del cual salía el resto de su cabello y en la cima estaba la peineta rematando el encanto.

No quedó perfecto, pero para él no se veía mal, así que tomó prestado el espejo que estaba sobre la mesa de los adornos y lo colocó ante Dalila, quien se acarició los mechones sueltos y abrió la boca, como si se hubiera quedado sin palabras.

—Mi mamá me peinaba así... A mi y a mi hermana... —Balbuceó inclinándo un poco hacia adelante, solo lo suficiente para lograr ver la parte superior de la peineta asomarse sobre su cabeza. Logan se sintió complacido por haberle dado una alegría tan nostálgica e incluso sintió el deseo de preguntar por más porque casi no la conocía a ese nivel, sin embargo, ella se le adelantó colocando la mano en el espejo para bajarlo y así verlo a los ojos. —Tú tienes una hermana, ¿No es verdad? 

Venom {Logan & Skylar}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora