Noche funesta

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Capítulo 11

Law soltó un suspiro cuando insertó la última llave maestra en la cerradura de su grillete y tampoco abrió. —Esto fue una pérdida de tiempo —exclamó desesperado—. ¿Cómo se supone que me voy a poder quitar esta cosa?

—Deme un momento... —Franky, el cerrajero, se acercó un poco más para revisar la aleación y grosor de los grilletes. Para la mala fortuna del sacerdote estaban hechos con la mejor calidad—. Pues al parecer no queda más opción que usar un soplete —concluyó.

—Muy bien —exclamó Zoro con un dejo de burla—. Prepárate para perder la mano.

Law lo miró aterrado y Franky movió las manos para intentar calmarlo. —No tiene de qué preocuparse, padre, le pondré una protección alrededor de la muñeca, estará seguro.

Law se frotó la sien. No tenía más opción que confiar en sus palabras. Miró sobre su hombro al mugiwara que seguía plácidamente dormido y sintió ganas de golpearlo.

—Está bien, solo le pido que lo haga con cuidado —la simple idea de chamuscarse la mano con una de esas cosas lo llenó de temor.

Franky asintió confiado. Además de cerrajero, era un herrero bastante competente. Preparó sus cosas, se acercó a los sacerdotes y les ofreció unas gafas para protegerse los ojos. Miró al chico, pero estaba tan perdido que al parecer no las necesitaría, al menos no por ahora. —Empecemos, entonces —dijo, y con un pequeño soplete comenzó a trabajar.

—Padre, puedo hacerle una pregunta —susurró el cerrajero sin quitarse las gafas de seguridad—. Ese muchacho, ¿realmente es tan peligroso como dicen?

Law lo miró unos instantes sin saber qué responderle, así que Franky prosiguió.

—Sabe, al principio yo también pensé que se trataba de un demonio, pero ahora que lo veo dormir no parece ser más que un crío.

Law esbozó una sonrisa, pero antes de que pudiera responderle, Zoro tomó la palabra.

—No tiene por qué preocuparse por él, mañana me lo llevaré lejos. —al terminar de decirlo miró al otro sacerdote, como si quisiera verificar que estaba de acuerdo. Law solo bajó la vista hacia su muñeca, evitándolo.

El herrero asintió con cierto alivio y terminó de liberar a Law.

—Listo, ¿lo ve? Le dije que no le haría daño —soltó con cierto orgullo—. Pero ahora... necesito quitárselo a él.

Señaló al joven.

Law movió con suavidad su hombro para despertarlo —Hey, Mugiwara-ya —susurró bajito. El chico se separó de su hombro y soltó un fuerte bostezo. Alzó la mano para limpiarse un hilillo de saliva que le escurría por la comisura de su boca y miró el grillete que aún traía puesto.

—¿Todavía no consiguen quitarnos estas cosas? —se quejó—. Estoy aburrido, quiero largarme de aquí.

Law lo miró con cara de pocos amigos. —No tienes ningún derecho a quejarte, pues todo esto es culpa tuya. Si no te hubieras tragado la llave no estaríamos aquí.

El chico lo miró y ladeó la cabeza— No sé por qué te molesta tanto que estemos unidos; además, si tanto querías soltarte solo tenías que esperar a que fuera a cagar.

Franky no pudo aguantarse una fuerte risa, incluso Zoro giró la cabeza hacia otro lado, ocultando sus ganas de reír también. Law, a quien se le botó una vena en la sien, se acercó al muchacho y le apretó las mejillas con fuerza. —Si no te asesino es porque mi religión no me lo permite —exclamó furibundo y Franky volvió a reír.

Un paso en la penumbraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora