Epílogo
Sanji terminó de subir la última mochila a la pick up vieja de su padre. Ya estaba todo listo. Se dio la media vuelta y miró a la gente que había acudido a despedirlo.
—¿Estás seguro de que es lo que quieres, muchacho? —preguntó Kureha. El joven asintió con la cabeza y clavó su entera atención en su padre.
—Viejo imbécil, deberías venir conmigo.
El hombre soltó una suave risa. —Lo siento Berenjena, pero yo nací aquí y supongo que moriré en este mismo lugar. Los viejos solemos ser bastante tercos cuando se trata de nuestras raíces.
Sanji soltó un pesado suspiro y encendió un cigarrillo, intentando ocultar lo mucho que eso le dolía. Tras el terrible incendio habían perdido su restaurante y ahora nada le impedía viajar hacia la gran ciudad y probar suerte como cocinero... aunque hubiera deseado que su viejo partiera con él.
Ya no quería seguir en ese pueblo, menos después de la desaparición del último sacerdote. Necesitaba un cambio radical en su vida. Olvidar todo lo que había pasado y empezar de cero.
Tras una emotiva despedida subió a la camioneta y la echó a andar. —Te llamaré en cuanto encuentre un lugar para instalarme —le dijo a su padre, haciendo un esfuerzo sobrehumano por no llorar.
—Cuídate mucho, hijo.
Le dijo Zeff a la distancia mientras enjugaba las lágrimas que con tanto trabajo había logrado guardar. Kureha le dio un golpe en la espalda para darle ánimos y le ofreció un trago del ánfora que siempre llevaba consigo. El viejo aceptó el trago de buena gana.
—Esto es lo que nos espera —dijo la doctora—. Los jóvenes seguirán huyendo de aquí y los viejos moriremos poco a poco. Este pueblo quedará en el olvido y todo el mal que lo rodea será enterrado cuando el último de nosotros parta de este mundo.
—Tienes razón, Kureha —soltó Zeff mientras sentía como una brisa cálida le alborotaba el cabello, estremeciéndolo—. Solo nos queda seguir sobreviviendo. Como siempre lo hemos hecho.
• • •
Casi tres horas después de partir Sanji se detuvo en una gasolinera. Dejó el auto un momento y entró en una pequeña tienda para comprar más cigarrillos.
No se dio cuenta de que algo se movía en la parte trasera de la camioneta.
—Rápido —susurró Law mientras jalaba del brazo al mugiwara.
—¿No deberíamos despedirnos de Sanji? —exclamó el chico, mirando al rubio a la distancia. El mayor le colocó un suave golpe en la cabeza.
—No seas idiota, él ni siquiera sabe que nos subimos, además... dudo que le de gusto vernos —Law alzó la vista también, y se despidió del rubio en silencio, deseándole de corazón que lograra cumplir sus metas.
Se acercaron a unos autos que estaban estacionados y Law golpeó el cristal de uno de ellos con el codo. Abrió rápidamente la puerta y lo echó a andar sin llave.
—¡Eres muy hábil! —exclamó el mugiwara, quien se subió a su lado. El ojigrís lo miró un momento y le sonrió con devoción antes de pisar el acelerador y adentrarse rápidamente en el camino.
—Mugiwara-ya, sé que te prometí ir al mar, pero antes de eso necesito hacer una parada en un sitio ¿estás de acuerdo? —el chico se colocó las manos detrás de la cabeza y formó un puchero.
—Mientras no tardemos mucho.
—Será rápido, te lo prometo —Law pisó el acelerador a fondo. No quería perder más tiempo.
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Un paso en la penumbra
Fanfiction[Law x Luffy] Law le hizo una seña al cantinero para que volviera a llenarle el vaso, se quitó el crucifijo de plata que colgaba de su cuello y lo miró un momento. Aquel objeto, que representaba la afamada orden de exorcistas a la que pertenecía, ya...