Calígine nocturna

100 17 9
                                    

Capítulo 15

Law se frotó la frente con hastío. Llevaba menos de medio día dentro del Bosque negro y la idea de aventarse por el cráter que tenía frente a él le parecía cada vez más atractiva.

Y todo porque el mugiwara llevaba un largo rato hundido en una intensa rabieta. Tan fuerte, que sus temblores habían derribado ya un par de árboles viejos.

El motivo: no había comida.

Law ya había buscado por todas partes y ahora no encontraba la manera de calmar al caprichoso muchacho. —¡Ya basta, Mugiwara-ya! —repetía una y otra vez mientras cubría su cabeza de las ramas que caían sobre él.

Soltó un pesado suspiro. Sabía bien que no tenía más opción que regresar al pueblo y robar algo de comida, pero en definitiva tenía que hacerlo solo. Miró el cielo que empezaba a tornarse naranja, anunciando el atardecer. Podía aprovechar la noche para conseguir lo que necesitaba, y de paso, algo para protegerse del frío.

Se acercó al joven que yacía boca abajo y lo tomó de las mejillas con fuerza para obligarlo a subir la cabeza y mirarlo. —Escucha, voy a conseguir comida, pero necesito irme un par de horas, ¿puedes comportarte al menos un rato y dejar de destruir todo a tu alrededor?

El chico entrecerró los ojos de manera desconfiada. —¿Y cómo sé que vas a regresar?

El sacerdote le hizo una suave caricia sobre las mejillas aplastadas y esbozó una sonrisa. —Prometí que no volvería a hacerte daño ¿no es así?, confía en mí.

El joven asintió alegre con un movimiento de cabeza. —Está bien, pero tráeme carne, ¡mucha carne!, ¡me estoy muriendo de hambre!

—Si, sí, lo haré —respondió el sacerdote de manera condescendiente. En cuanto soltó el rostro del joven, éste volvió a pegarlo contra el suelo para seguir soltando sus quejidos. Law le dio una suaves palmadas en la cabeza a modo de apoyo y soltó un suspiro. Se puso en pie y emprendió a paso veloz el regreso hacia el pueblo.

A su alrededor pudo sentir que lo acompañaba una cálida brisa. —Supongo que tú vienes también —exclamó en voz alta seguro de que se trataba del demonio rubio. Pese a ello, no obtuvo respuesta—. No te preocupes, no voy a escaparme si es lo que temes —agregó mientras aceleraba el paso. Llevar a ese demonio de acompañante lo hacía sentir bastante tenso.

Llegó al límite del pueblo cuando la noche ya había comenzado, y la poca luz le ayudó a moverse entre los árboles sin problema. Cuando vio las primeras casas se llenó de tensión. Todo estaba inmerso en una oscuridad y silencio absolutos, como si se tratara de un pueblo fantasma. «Esto es extraño», pensó mientras se acercaba a la ventana más próxima.

Al asomarse confirmó sus sospechas. Todo estaba vacío. Metió la mano por la ventana rota y abrió la puerta desde dentro. «Solo tomaré lo que sea necesario», pensó con remordimiento y empezó a hurgar en la despensa.

Abandonó esa casa y se adentró en otra para buscar un par de cobijas gruesas y un poco más de carne. Sabía bien que el enorme apetito del joven no era algo fácil de satisfacer. Debía llevar todo lo que pudiera cargar. Cuando salió de ahí escuchó una voz muy cerca y alcanzó a esconderse detrás de un árbol con el corazón desbocado. —Apresúrate —escuchó que decía una mujer a su marido—, te apuesto a que somos los últimos...

La pareja pasó a su lado con premura, discutiendo de manera acalorada; y Law no pudo evitar la curiosidad por saber qué estaba sucediendo. Escondió un gran costal con las cosas robadas en el límite del bosque y regresó para echar un vistazo.

La gente se había reunido al lado de las ruinas de la iglesia y llevaban velas. Al parecer, tras el incidente de esa mañana, se habían quedado sin electricidad. Gracias a eso Law pudo acercarse bastante sin ser visto. Trepó hasta colocarse en el techo de una casa y aguardó.

Un paso en la penumbraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora