Un último suspiro

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Capítulo 17

Los hermanos formaron un remolino de fuego puro y se lanzaron contra el sacerdote. Mihawk blandió la daga en forma horizontal, logrando que sus atacantes se tuvieran que desviar para no salir heridos. Detrás de ellos apareció el mugiwara, quien dio un salto y atacó desde arriba con un tremendo puñetazo. El exorcista se movió a una velocidad extraordinaria y dio un salto hacia atrás, esquivando el golpe del muchacho que cuarteó la tierra. Mihawk contraatacó con una certera estocada que lo hubiera atravesado de no ser por una fuerte ventisca de Sabo que alejó a su hermano justo a tiempo.

—¡Cuidado, es rápido! —exclamó el rubio mientras se colocaba cerca del mugiwara.

—Me tiene sin cuidado, voy a quemarlo hasta calcinar sus huesos —exclamó Ace con una mueca parecida a una sonrisa.

Mihawk movió el cuello con suavidad, como si hubiera terminado con el calentamiento y alzó la daga, apuntando a los tres demonios. —Si valoran sus inmundas existencias, váyanse. El único que me interesa es ese muchacho.

Ace y Sabo se colocaron frente a su hermano. Aquel sacerdote los había insultado y no estaban dispuestos a ceder.

Law, en un último intento, se colocó a la mitad, intentando calmar a ambos lados. —¡Basta! ¡todos sabemos que esto no terminará bien, es mejor parar ahora! —gritó, pero esta vez fue el viento de Sabo el que lo lanzó bastante lejos, atorándolo entre las ramas de un árbol.

—Tú no te metas —soltó.

El ojigrís siguió gritando sin que nadie le prestara atención.

Mihawk, quien no pensaba perder más tiempo, cortó uno de sus dedos y formó un círculo, pero no logró terminarlo, pues la tierra se cuarteó debajo de sus pies, destruyendo el trazo. Los hermanos volvieron a separarse, buscando el mejor ángulo para dañarlo. Sabo arrancó un árbol desde raíz y se lo lanzó. El sacerdote lo esquivó por poco, pero al hacerlo, descuidó su espalda y recibió una quemadura cerca de las costillas cuando el puño de fuego de Ace le pasó rozando.

Los hermanos eran rápidos y parecían sincronizar su ataques a la perfección.

Law, que finalmente había logrado bajar del árbol, clavó su entera atención en el maletín de su superior. Corrió hacia él, esquivando el fuego cruzado y cuando estuvo a punto de tomarlo entre sus manos un puño de fuego le quemó el brazo y parte del cuello. La tierra se abrió y el maletín cayó hasta lo que parecía ser un río de agua hirviendo. —¡No sé de qué lado estés, pero no voy a arriesgarme! —le gritó Ace, mientras continuaba con su pelea. El ojigrís se mordió el labio tan fuerte que se hizo sangrar. Se sentía tan impotente, tan poca cosa. Se tiró de rodillas sin saber qué más hacer y esperó otra oportunidad.

El padre Dracule retrocedió unos cuantos pasos. Ya no contaba con la mayoría de sus armas, pero eso pareció no importarle en lo absoluto. Sacó un frasco de su bolsillo y observó cuidadosamente cómo el aire empezaba a rodearlo para arrancarlo del piso. Murmuró una frase en latín y lanzó el agua bendita a su alrededor. Sabo cayó de pronto, llevándose las manos hacia el rostro con una mueca de intenso dolor. El sacerdote hizo la finta de que iba a atravesarlo con la daga, cuando de pronto, se giró rápido y atacó al otro demonio que pretendía sorprenderlo por la espalda, acertando su ataque. Ace tomó su forma humana por un momento solo para mirar que tenía un enorme tajo sobre el vientre. Sabo y Mugiwara lo miraron con pánico, pues el humo negro que brotaba de él era bastante.

Mihawk aprovechó la distracción de sus atacantes para acercarse a un grueso tronco y dibujar un círculo de sangre. El pecoso fue atraído hasta él y su espalda quedó pegada al árbol. —¡Suéltame, pedazo de mierda! —gritó sin lograr soltarse.

Un paso en la penumbraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora