El gimnasio

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No he podido dormirme la siesta, estoy emocionada porque al fin es lunes. Me apoyo sobre las manos y levanto el torso de mi cuerpo; me arrastro hasta el borde de la cama, alcanzo mi silla de ruedas y la acerco a mí. Me coloco de espaldas a ella, apoyo mis manos sobre el apoya brazos y me levanto con todas mis fuerzas, logro sentarme sobre ella... descanso unos segundos. Voy marcha atrás un poco y acomodo mis pies sobre el reposa pies. Me cuesta un poco hacer mover la silla, pero logro llegar hasta el armario, lo abro. Mamá se asoma por la puerta.

–¿Necesitas ayuda?

–Necesito tu opinión má– ella se acerca –No sé qué ponerme

–Tienes bonitos vestidos

–No lo sé, no estoy segura

–Mira este, se ve cómodo– mamá saca un vestido color miel, acampanado, con diminutas flores rojas

–¿ok, me ayudas a ponérmelo? –

Mi madre me ayuda a darme una ducha, me ha envuelto en una toalla y me ha sentado frente al espejo, me seca el cabello, que por cierto me lo han cortado, porque lo tenía más largo antes de mi accidente. Ahora mamá me maquilla un poco

–¿A dónde vas que estás tan emocionada? –

“¿En serio se me nota?”

–Bueno, ehm…– tartamudeo. –mamá, volví a ver a Ethan, fue, genial, la verdad no lo imaginaba así. Si supieras lo guapísimo que está–

“¿por qué dije eso?”

Mamá sonríe
–Te sonrojaste– dice burlándose

–¡claro que no má!, ¿cómo crees?– mi cara se vuelve un tomate

–Bueno, volviste a ver a Ethan, ¿vas a salir con él?

–Pues sí, pero no le cuentes a papá por favor, ya sabes cómo es él, dame tiempo, yo se lo diré

–Tranquila, que me la pasé cinco años guardando cartas de Ethan sin que tu padre se diera cuenta...

–gracias mamá– me da un beso en la frente

–¿Puedes creer que abrió un gimnasio con una sección de rehabilitación en mi honor?

–Sí, algo oí–

–––––

Ethan estaciona el automóvil, el gimnasio se ve grande desde aquí afuera, ocupa las dos primeras plantas de un gran edificio. El solo ver edificios tan altos me da náuseas. Ethan baja del auto, abre la puerta de atrás y saca mi silla de ruedas, no puedo evitar fijarme en sus grandes músculos desde el espejo retrovisor. La puerta a mi lado se abre, Ethan deja la silla frente a ella. Me sujeto del pasamanos de arriba de la puerta, me impulso hacia arriba, él me toma de la cintura, me gira un poco y me acerca a la silla

–Te tengo, puedes soltarte– me dice con una sonrisa. Me suelto y me acomoda sobre la silla. No puedo evitar perderme en el aroma de su colonia, huele tan masculino y fuerte. Giro las ruedas marcha atrás y él cierra la puerta. –Te ayudo–, dice girando mi silla en dirección al edificio

–Gracias–

Me empuja hacia la entrada, la puerta se abre de forma automática. Suena música fuerte y movida, y el aire está fresco, hay muchas personas sudadas entrenando. Al entrar, a la izquierda está un pequeño recibidor con suplementos deportivos y objetos de entrenamiento detrás de sí, un hombre morocho y con músculos de tableta de chocolate nos recibe

–¡Eth! –

–Josch! – se chocan las manos, marcando sus grandes músculos en los brazos

“qué ganas de apretar esos musculotes”

Caminando a tu Lado|Andrea GallasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora