Draco se había levantado más temprano de lo habitual esa mañana de finales de julio, antes incluso de que su madre se despertara, y se había puesto a trabajar inmediatamente para poder disfrutar de sus vacaciones que empezarían al día siguiente sin interrupciones ni preocupaciones. Estaba terminando de despachar unos papeleas cuando su elfo domestico Pitt entró en la sala con una taza que desprendía un delicioso olor a café recién hecho y el periódico recién traído.
Le dejó el café en un hueco en el escritorio y salió de la habitación intentando hacer el menor ruido posible para evitar distraer a su amo que apenas se había percatado de la presencia de su siervo. Terminó de leer el informe semestral de sus compañías marítimas y lo dejó en la carpeta. Se fijó en el periódico que su fiel servidor le había traído y, como si de un resorte se tratara, su vista se detuvo en las negras y gruesas letras del titular: "Detenidos los asesinos del caso Wiggenfield. El departamento de Aurores liderado por el jefe Potter resuelve el caso más trágico y complejo de los últimos diez años, llevando ante la justicia a tres jóvenes magos admiradores de los mortífagos, pero sin relación con ellos". Draco respiró aliviado de que el caso se hubiera cerrado por fin.
Había pasado solo un mes desde que fue llevado al Cuartel de Aurores para ser interrogado por el caso Wiggenfield. No había sido una experiencia agradable volver a aquel departamento del ministerio de magia que le recordaba los momentos más oscuros de su vida pasada. Aun recordaba la frialdad y el desprecio en la cara de los aurores cuando pasaba al lado suya por el cuartel camino de una de las salas de interrogatorio y, por supuesto, la hostilidad con la que lo habían tratado los dos interrogadores que llevaban el caso, así como la tortura de hacerlo esperar durante horas y horas sin decirle nada. Solo agradecía que no le hubieran hecho esperar en una de las frías y húmedas celdas del cuartel. Aun recordaba su terrible experiencia en ellas esperando su juicio después de la guerra.
A pesar de que su implicación había sido totalmente descartada por los aurores, la aparición en la prensa de que los asesinados habían sido encontrados con la Marca Tenebrosa había puesto el foco de atención en aquellos que la portaban, y especialmente, contra él. La creencia de que algunos ex mortífagos, liderados por Draco Malfoy, estaban reuniéndose de nuevo para vengar a su líder caído se había extendido por toda Gran Bretaña por los ácidos y envenenados escritos de algunos periodistas y políticos, que pretendían dirigir la ira de los magos y brujas contra Malfoy y otras familias sangre puras que tuvieron relación con Voldemort, alejándola de los aurores que parecían dar palos de ciego desde que la teoría del resurgimiento de los mortífagos fue descartada. El propio Harry Potter, como jefe de Aurores, quien tuvo que tomar cartas en el asunto, descartando públicamente como falacias aquellas teorías que implicaban al padre del mejor amigo de su hijo, aportando pruebas contundentes de su inocencia y honradez durante todos estos años (algo que causó una gran expectación, incluso al mismo Draco). Tuvo también que tomar personalmente las riendas del caso, cesando al investigador principal, obcecado en una teoría que no se sostenía, lo que le costó enfrentamientos con varios miembros del gobierno y del Wizengamot. Y, por fin, después de volver a analizar todos los datos del caso y de una labor criminalística minuciosa, se descubrió la verdad, llevando ante la justicia aquellos que pretendieron volver a sembrar el caos.
Terminó de leer la noticia y se levantó de su cómodo sillón a estirar las piernas, tomándose un pequeño descanso para tomarse el café antes de que terminara de enfriarse y echó la vista al jardín, que resplandecía aquel día de belleza. La verdad es que su abuelo había acertado eligiendo esa sala como despacho, no solo por las vistas, sino también por su decoración. Los dos grandes ventanales permitían vislumbrar el jardín de las rosas, un espacio ajardinado con setos y rosas de múltiples colores y en el centro, se alzaba victoriosa la diosa Minerva con su fiel lechuza apoyándose en unos de sus hombros. Las cortinas, de terciopelo verde con brocados de seda verde y plata permitían ocultar o permitir la entrada de luz al despacho. Como era de esperar, las paredes estaban pintadas en un verde Slytherin, muy propio del gusto de los dueños de la mansión, sobre todo de los últimos amos de la casa, que parecían obsesionados con ese color. Colgaban de sus paredes unos pocos cuadros, algunos retratos y otros con escenas de lugares que había visitado, como una pintura del Gran Canal de Venecia. Draco había elegido poner en las paredes uno de los retratos de su antepasado Septimus Malfoy, quien siempre había sido un referente para él, y a su apreciado profesor de pociones, Severus Snape. También había decidido colgar el primer boceto en carboncillo de un gran cuadro que su padre había encargado de toda su familia, pero que no se había llegado a realizar debido a la caída en desgracia de su familia tras la detención de su padre después de la escaramuza del ministerio.
ESTÁS LEYENDO
La Mansión de los Malfoy
FanfictionUna mansión como la de los Malfoy ha sido testigo de muchos eventos a lo largo de la historia. Tras la guerra, la mansión ha recuperado el esplendor perdido y será testigo de nuevos eventos que darán que hablar en la sociedad mágica británica.