VII

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Esa noche, cuando volvió a la habitación pensó que había una buena posibilidad de que el oficial Ibai lo estuviera mirando en ese instante, y no estaba seguro de que su rostro no delatara los pensamientos que pasaban a toda velocidad por su cabeza.

¿Escapar? Era ridículo.

CAHR diseñó las instalaciones para hacerlo imposible. Los monitoreaban constantemente y los rodeaban de guardias armados; la ubicación de sus rastreadores era secreta, y cada humano en las ciudades estaba más que dispuesto a entregarlos si los veían.

Bueno, al parecer, no todos. Intentó encontrarle sentido, su intuición inicial fue que los rebeldes les tendían una trampa. Que ayudaban a los Reiniciados a escaparse con un cuento sobre una reservación y después los mataban. Pero no le veía el sentido a eso. Si realmente quisieran deshacerse de ellos, ¿no los matarían mientras cumplían sus misiones en las ciudades? Preparar una elaborada trampa para sacarlos primero parecía tonto.

Pero si realmente los ayudaban con la esperanza de que devolvieran el favor, entonces estaban siendo muy listos. Era bastante optimista, por parte de los humanos, esperar que los Reiniciados cooperaran, pero era un plan sólido si querían deshacerse de la empresa.

Jadeó, no podía asegurar cómo se sentía.

Esa noche casi no durmió, y al voltear a ver a Carre, estaba hecho un ovillo; sus dedos temblaban y jalaba las cobijas hasta su barbilla.

Spreen se levantó, desvió la mirada cuando Carre notó que lo veía. Quería hablar con él sobre lo ocurrido la noche anterior, pero parecía cruel.

Si alguien necesitaba salir de aquí era él, y Carola había dejado claro que no le interesaba ayudar a ninguno de ellos. De todos modos, ¿qué le podía decir?

"¿A algunos les toca escapar, pero parece que no seremos ni tú ni yo?"

Salió de la habitación ya cambiado. Roier lo esperaba en la pista, sus ojos lucían grandes, redondos y llenos de arrepentimiento.

—Spreen, yo...

—Sólo corramos —lo interrumpió y evitó esos ojos. Lo hacían sentir culpable de nuevo, y no quería sentirse así cuando fue él quien pensó que era un monstruo.

Comenzó a correr con Roier detrás, los dos en silencio mientras daban la vuelta a la pista. Permaneció callado toda la carrera y esa tarde, durante el entrenamiento.

El más bajo seguía lanzándole una mirada que interpretó como que se quería disculpar, pero la ignoró y habló solamente sobre el entrenamiento.

—Te veo en el techo en una hora.

Tenían una asignación de enfermos esa noche, y agradecía el descanso. Extraer a los humanos enfermos para entregarlos al hospital era una tarea sencilla, difícil de echar a perder. Y casi nunca involucraba violencia.

Roier asintió y Spreen dio la vuelta para irse. Divisó a Carola recargado contra la pared del gimnasio; sus ojos estaban puestos en él.

Dejó que Roier caminara frente suya, y cuando se acercaba a la puerta desaceleró el paso, hizo una pausa con la mitad de su cuerpo ya casi fuera.

—Gracias —susurró Carola, bajando la cabeza como para hablar con el piso.

—¿Todavía lo tenés? —le preguntó volteando hacia la puerta—. ¿El localizador de rastreadores?

—No. Lo regresé para que no sospecharan que lo ayudó alguien de adentro.

Spreen se aferró al borde de la puerta, mientras el tembloroso cuerpo de Carre pasaba frente a sus ojos.

Wake up [spiderbear]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora