XXVII

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—Amigo, estás loco.

Roier gruñó mientras clavaba el trozo redondo de madera en el suelo para levantar el último lado de la tienda y se enderezó para mirar a Missa.

Entrecerró los ojos para ver el sol ocultarse y a los Reiniciados a la distancia llevar agua a la tienda donde almacenaban los alimentos.

Estaban en un rincón de la reservación, lo suficientemente lejos como para que nadie pudiera escuchar su conversación, pero de todos modos habló en voz baja.

—¿Por qué estoy loco? —preguntó. Reprimió un breve momento de pánico mientras la imagen del humano que asesinó le cruzó por la mente. Missa no quería decir loco en ese sentido.

—¡Ellos te encarcelaron! —Missa le lanzó una mirada perpleja, mientras una cuerda colgaba de sus dedos. Había dejado de trabajar en la tienda y solo se le quedaba viendo.

Mayichi arqueó una ceja hacia él mientras clavaba la estaca en el suelo al otro lado de la tienda.

Roier había sugerido que comenzaran a tantear a los Reiniciados para saber si todos querían matar a los humanos. Su idea de asociarse con ellos para luchar contra Karl no parecía caerle muy bien a Missa, su primer sujeto de prueba.

—¡Y trataron de matarte! —prosiguió, acercándose y bajando la voz—. Y de seguro te habrían matado cuando cumplieras veinte años. ¿Y ahora quieres entrar y salvarlos?

—CAHR hizo eso. No puedo culpar a todos los humanos por ello —inclinó la cabeza—. ¿Sabes por qué lo hace? ¿Matar a los Reiniciados a los veinte años? Se supone que es un asunto de control de la población. No necesitan tantos Reiniciados. Además, al parecer descubrieron que entre los diecinueve y los veinte años comenzaban a volverse inquietos en las instalaciones. Hacían cosas muy locas, como pensar por sí solos.

—Qué horrible. Y aun así quieres regresar — Missa dio una carcajada antes de lanzar una mirada furtiva alrededor—. Quizá no lo debería decir tan fuerte. Probablemente no quieras que nadie se entere de ese plan.

—¿En serio quieres matar a todos los humanos en las ciudades? —Mayichi susurró, con las manos en las caderas mientras se acercaba más.

Él frunció el ceño.

—Pues no particularmente. Pero en realidad no tengo opción. Le apuesto a Karl en esa batalla y no quiero ser un desertor. A la larga parece una mala decisión.

—Pero si nos juntáramos suficientes Reiniciados como para ayudar a los humanos, si rescatáramos a todos de las instalaciones y los convenciéramos de que se unieran a nosotros, Karl no tendría la menor oportunidad. Lo superaríamos por mucho.

Missa negó con la cabeza y le lanzó a Mayichi la cuerda que sostenía.

—Escucha, sé que ustedes son nuevos, pero ese tipo de charla va a hacer que los cuelguen.

—¿Colgarnos? —repitió Mayichi.

—Sí, tengo suerte de no haber tenido que pasar por eso anoche —dio un paso atrás—. Yo lo dejaría, si fuera ustedes.

Dio la vuelta para irse, casi comenzando a correr para alejarse.

—Bueno, pues eso salió bien —dijo Mayichi con un suspiro.

—¿Qué crees que signifique que los cuelguen?

—Creo que significa que Karl es un tirano.

Soltó un bufido.

—Sí, eso ya lo sabía. ¿Qué hay de los Reiniciados de Karmaland?, ¿Has hablado con alguno de ellos?

—Sí, Vicky y yo hemos estado tanteando el terreno. Muchos todavía tienen familias humanas, así que no les entusiasma el plan de Karl. Tampoco volver corriendo a las ciudades de CAHR, pero muchos por lo menos nos ayudarían a salvar a los Reiniciados de las instalaciones. Hablamos acerca de quizá robar los diagramas que tiene Karl en la tienda en algún momento antes de irnos. Eso es algo.

Wake up [spiderbear]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora