XII

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aclaración para este cap: en cursiva es un recuerdo o una palabra entonada.

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Agarró la mano de Roier y zigzaguearon a través de un callejón oscuro; después comenzaron a correr a toda velocidad y se dirigieron hacia un refugio abandonado.

Estaban en las orillas de MC, cerca de los límites de la ciudad y en el corazón de los barrios. CAHR estaba del otro lado de la ciudad, después de los campos de operación, pero no les tomaría mucho tiempo enviar oficiales.

En términos de escondites, este no era el mejor lugar. Las casas eran diminutas y las tiendas de campaña de la siguiente calle proporcionarían aún menos protección.

Una alarma perforó el silencio y un reflector pasó sobre el área. Se metió de prisa hasta el fondo de una casucha, presionando contra la madera desvencijada. Roier hizo lo mismo, sus ojos estaban fijos en el cielo; el reflector de un transbordador vigilaba el área. Al pasar sobre la calle, él lo volteó a ver.

–¿Seguimos? –susurró.

Sí. ¿Quizá? No estaba seguro. Casi cada decisión que había tomado en los últimos cinco años, en realidad no era suya. Conocía las reglas y las seguía.

El reflector se dirigió hacia ellos, alumbrando a ambos casi cegándolos. Roier le agarró la mano con fuerza y corrieron a través del pasto irregular que rodeaba la casucha. Escuchó las balas antes que varias le perforaran los hombros y rebotaran contra su casco.

–Por acá –gritó, soltó la mano de Roier al cruzar la calle de terracería. El reflector los perdió mientras Spreen corría desperado entre las casas y se lanzaba sobre el césped, pero podía ver a los oficiales a la distancia, un grupo enorme de ellos se distribuía por las calles.

Se detuvo en la parte trasera de un viejo refugio y jaló la puerta con tanta fuerza que la construcción se bamboleó como si fuera a caer. Tropezó pero la puerta cedió fácilmente, y dio un paso dentro sólo para tambalearse hacia atrás, golpeando el pecho de Roier.

Personas. Humanos, por todos lados. Olían a suciedad, mugre e infección. Conocía ese olor. Reconoció a los humanos apiñados en sus propios rincones, algunos usaban sólo ropa o palos para marcar su territorio. Vio las marcas de las agujas en sus brazos, las manos temblorosas, la desesperación dibujada en sus rostros.

De niño vivió en un lugar parecido durante meses, entre tanto sus padres flotaban en un intenso viaje, debido a una droga que duraba tanto que, a menudo, no tenían tiempo de aterrizar antes de encontrar la oportunidad de volver a inyectarse. De todos los que viven en los barrios, los ocupantes ilegales de los edificios abandonados son los que están peor, fueron los que dieron cada centavo que tenían a los traficantes y criminales que frenaron el progreso de MC Extremo.

Había olvidado gran parte de su tiempo como ocupante ilegal con sus padres, pero recordaba el olor y cómo por la noche solía sostener la cobija contra su nariz para bloquearlo mientras dormía.

Roier tuvo una arcada, cosa que atrajo varias miradas de interés. Algunos de los humanos parpadearon y se les quedaron mirando, demasiado intoxicados como para reconocer que había dos Reiniciados parados frente a ellos. Pero otros no estaban tan drogados todavía.

Levantó los dedos a sus labios, rogando silencio, pero fue inútil. Un ser humano normal era malo, pero esta gente era peor.

Gritaron y tuvo el impulso inmediato de sacar su pistola y comenzar a disparar. Había unos treinta. ¿Cuánto tardaría en matarlos a todos?

–Podemos salir por ahí.

La voz de Roier penetró sus pensamientos y volteó a mirarlo con sorpresa. Casi había olvidado que estaba ahí. Pensó que le aterraría que comenzara a matar gente.

Wake up [spiderbear]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora