XXIV

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***

Se acomodó en un asiento de la nave mientras despegaban.  Karl tomó el asiento grande que usualmente usaban oficiales de CAHR. Debajo de ellos, a sus pies, se encontraban un enorme número de pistolas distintas.

Axozer se sentó a su lado. Sus amplios hombros invadían parte de su asiento. Tina se sentó a su otro costado y evitó su mirada.

—¿Tenemos suficiente combustible? —preguntó poco después. Lo último que Spreen quería era quedarse atorado a doscientos kilómetros de Roier.

—Sí, no te preocupes —respondió Karl, recargándose en el asiento—. De todos modos tendremos que ir hasta Karmaland a por más con esos rebeldes tan útiles. Ese es el tipo se cosas para las que sirven.

Le regaló una sonrisita de suficiencia que Spreen no logró entender, como si estuviera siendo sarcástico, y se revolvió incómodo en su lugar.

Detestaba sentirse en deuda con esos humanos, casi sentía como si tuviera que defenderlos.

El viaje fue sin contratiempos, parecieran pilotos expertos al mando.

—¿Cómo aprendieron a pilotar?

—Arreglamos los que derribamos y nos enseñamos nosotros mismos —estiró sus largas piernas frente a él—. No es difícil. Les enseño a todos los más jóvenes a hacerlo. Están hechos para que los simios de CAHR los puedan conducir sin problemas.

Todos se rieron, pero una imagen de Carola, el padre de Mayichi, pasó por su cabeza. No todos los oficiales eran malos.

Echó un vistazo veloz alrededor. No era el tipo de cosa que pudiera decir aquí, así que decidió por recargarse en su asiento mientras las risas cesaban.

Era como estar con los Ciento-Veintes en las instalaciones. El silencio era reconfortante.

—Te ves mejor hoy —dijo Tina finalmente, y le sonrió mientras colocaba su largo cabello negro sobre su hombro—. Ayer te veías abrumado.

—Yeah... —agregó Karl con su voz compasiva—. I'm sorry, Spreen, debes haber tenido un infierno de días, ¿eh?

—Algo —sonrió breve.

Les había contado la historia anoche, una versión abreviada de su escape de Extremo y su entrada en Karmaland para rescatar a Mayichi y conseguir el antídoto para Roier.

Parecía como si hubieran pasado miles de años, aunque apenas había sido ayer por la mañana que corrían por los pasillos de las instalaciones de CAHR en Karmaland.

—¿Cuánto tiempo estuviste en las instalaciones de Extremo? —preguntó Tina.

—Cinco años. Desde que cumplí doce.

—¿Te dispararon, verdad? Dream me contó que fue así como moriste.

—Sí.

—¿Quién lo hizo?

Se encogió de hombros.

—¿Qué sé yo?

Era una pregunta común, pero no una cuya respuesta le importara.

Había sido un dealer o un amigo de dudosa reputación de sus padres, pero ahora eso ya no importaba. Como hubiera sido, lo más seguro era que CAHR hubiera atrapado al humano que lo mató a él y a sus padres y lo hubiera ejecutado.

—Humanos —resopló Axozer, entornando los ojos—. Se la pasan matándose los unos a los otros.

Karl negó con la cabeza, pasando su mano por la barba de varios días que cubría su barbilla.

Wake up [spiderbear]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora