XI

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La mañana siguiente, se sentó a la orilla de la pista y miró a Roier correr. Incluso después de que terminaron los golpes, apenas durmió; sus ojos se dejaban llevar constantemente hacia la cama vacía de Carre. Hoy no podría correr.

Se preguntó, ¿Si un humano la hubiera ayudado a salir, habría sobrevivido? ¿Habría mejorado una vez que estuviera fuera? ¿O habría empeorado?

Nunca le había llamado la atención escapar, incluso cuando escuchó hablar de la supuesta reservación. El mundo exterior estaba repleto de humanos que los odiaban, y un gobierno establecido para esclavizar o matarlos. Afuera, como humano, habría pasado hambre, adquirido muchas enfermedades y muerto de un tiro. Adentro, lo alimentaban regularmente, le daban ropa y un lugar para dormir.

Pero ahora, lo único en lo que podía pensar era en huir.

MC estaba rodeada por una cerca electrificada. Aunque un Reiniciado lograra descubrir su rastreador y deshacerse de el, todavia tenía que encontrar la manera de saltar o pasar debajo de la cerca. Saltarla sería un poco doloroso.

Lo sería, si en efecto llegaran hasta ahí. Había guardias armados patrullando los límites de la ciudad de uno y otro lado, y francotiradores acostados en torres colocadas estratégicamente cada 800 metros, más o menos.

Hasta ahora su plan era correr como loco, esperar que no le dispararan en la cabeza y saltar sobre una cerca electrificada.

No era el mejor de los planes.

Miró mientras Roier rodeaba la pista frente a él con respiración uniforme. Había mejorado en casi todos los aspectos. Era más rápido, más fuerte, más seguro. Su cuerpo estaba más musculoso, sus movimientos eran cuidados y controlados.

Pero debió saber que nunca cumpliría con las expectativas de CAHR. Aunque mejorara su mayor obstáculo —sus tristes y pequeños veintidós minutos—, no estaba hecho para seguir órdenes. Tenía demasiadas preguntas. Demasiadas opiniones.

No tenía idea de cómo salvarlo sin deshacerse de los rastreadores. Y no había manera de encontrar un rastreador sin un localizador. Nunca había visto uno. Le sorprendería que lo guardaran en el mismo edificio donde estaban ellos.

Necesitaba a alguien que supiera dónde estaban esos localizadores. Necesitaba a Carola.

Depender de un hombre hacía que se le hiciera un nudo en el estómago. No había razón por la que él quisiera ayudarlo, ni razón por la que Spreen debiera confiar en él.

Presionó su mano contra su frente y se obligó a dejar de mirar a Roier. No podía pensar bien cuando lo miraba.

Spreen no era más que un patético nudo de emociones y no podía pensar en lo que necesitaba Carola, en lo que quería, lo que un humano no podía...

Su hija.

Quería a su hija.

"Prometieron ayudar a mi hija" dijo. "Mintieron."

Se puso de pie lentamente; la emoción se arremolinaba en su estómago y llegaba hasta el pecho. Tenía que encontrarlo. Ahora.

–¡Alto! –llamó a Roier.

Su pecho se levantaba acompasado al hacer una pausa en su carrera por la pista, y le lanzó una mirada inquisitiva.

–Vení.

Se apuró para salir por las puertas hacia al pasillo, los pasos de Roier iban tras de él. Carola estaba de guardia hoy en el gimnasio, y tenía que llegar hasta él lo más rápido posible. El oficial Ibai les encontraría una misión de asesinato pronto. No tenía mucho tiempo.

Wake up [spiderbear]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora