XVIII

154 25 31
                                    

EI rostro de Auron esbozó una amplia sonrisa al tiempo a que lo miraba desde el otro lado del cristal. Hurgó en su bolsillo con torpeza y sacó un walkie talkie que casi suelta al sostenerlo contra su boca.

—Auron —dijo en el micrófono—. Laboratorio médico, séptimo piso. Díganle al oficial Ibai y a la señorita Cristinini que vengan a Karmaland, de inmediato. Tengo a Uno-Siete-Ocho.

Tengo a Uno-Siete-Ocho. Las palabras reverberaron en sus oídos e hicieron que se le cerrara la garganta. No iba a fracasar por culpa de ese pequeño pelotudo.

Agachó la vista, tratando de pensar en alguna solución. Por el rabillo del ojo vio un objeto brillar sobre sus pantalones. Abrió los ojos y sonrió.

Sacó la pistola de su bolsillo. El cristal no podía ser a prueba de balas.

No podía.

Disparó una vez. La bala lo atravesó, dejó una telaraña de grietas alrededor del orificio. Los ojos de Auron se abrieron, y retrocedió varios pasos, hasta que chocó contra una mesa de laboratorio.

Le envió una amplia sonrisa y levantó la pistola de nuevo.

Nada.

Se habían terminado las balas. Alcanzó su pistola tranquilizante, en la cual quedaban muchos disparos, pero era inútil con el humano al otro lado del cristal.

Auron soltó un visible suspiro y volvió a hablar por su micrófono.

—No, está bien. Pero vengan rápido.

No te muevas, escuchó a una voz decir al otro lado del walkie talkie. No lo pierdas de vista.

Vio como el hombre tragó saliva y asintió, retrocediendo unos cuantos pasos más del cristal.

Miró las ampolletas a sus pies. No. No iba a dejar que Roier muriera como un robot de CAHR, vacío y sin emociones.

Iba a salir de ahí.

Levantó levantó el puño y golpeó el vidrio tan fuerte como pudo. Una grieta se alargó desde el orificio de la bala hasta el techo.

Ahora la pateó. Otro crac.

Auron se tambaleó y rápidamente se dirigió al otro lado del laboratorio.

—¡Hey! —gritó en el intercomunicador—. ¡Apúrense!
Está...

El cristal se quebró. Spreen soltó un grito de alegría y se lanzó al otro lado del laboratorio, dejando las ampolletas por el momento. Auron se dirigía a la puerta y no iba a cometer el mismo error dos veces.

Lo agarró del pelo y gritó cuando le jaló la cabeza hacia atrás. Jadeó y escaparon ruidos ahogados de su boca.

—Por favor no me mates —sollozó.

No quiso mostrarle que podía estar en lo cierto, en lugar de eso decidió golpearlo. Fue tan duro que escuchó un chasquido y se hundió en el suelo. Le disparó un dardo en el cuello por precaución; su cuerpo se aflojó.

Corrió de vuelta hacia los antídotos, los recogió en brazos y salió como rayo del laboratorio hasta el pasillo. Todavía estaba vacío, entonces abrió la puerta hacia el hueco de la escalera.

Wake up [spiderbear]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora