XXVI

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Mini maratón 2/2

Roier quedó detrás de la multitud en la fogata esa tarde, mirando a un grupo de jóvenes sacar sus instrumentos y tocar una melodía muy viva.

La gente se reunió alrededor y comenzó a cantar y a bailar. Parecía extraño que hubiera un ambiente tan gozoso cuando algunos acababan de salir para llevar a cabo una matanza.

Algunos de los nuevos se habían unido a las festividades, la luz de la fogata centelleaba sobre sus rostros felices mientras se tomaban de las manos y se reían, pero la mayoría estaba sentada en grupos aparte de la multitud, con los rostros serios. Se había corrido la voz entre los suyos sobre los planes de Karl y casi nadie estaba contento.

Spreen estaba no muy lejos con el chico gringo. Tenía el rostro tenso mientras asentía por algo que él decía. La expresión de él no era tan abiertamente adoradora como lo había sido antes, pero era claro que eran amables el uno con el otro y que Spreen no había salido de la tienda esa tarde con la cabeza de Karl en un palo.

Vio que se le quedaba mirando y abrió los ojos ligeramente, como si estuviera molesto por tener que estar con él. Roier echó a reir y una pequeña sonrisa comenzó a formarse en el rostro del contrario. Le hizo gestos para que se acercara, pero asintió hacia Karl, quien hablaba rápidamente, y entornó los ojos.

Algo llamó su atención detrás de él, y Roier volvió la mirada para ver a Missa caminar con un plato de comida en las manos hacia la tienda que estaba a la entrada de la reservación. La nueva Reiniciada, a la que mataron antes, todavía estaba ahí.

—No entiendo por qué soportan esto.

Volteó al escuchar la voz bajita junto a él y vio a Mayichi a su lado. Se encogió de hombros, porque tampoco lo sabía. Examinó a la multitud. Se preguntaba a cuántos había matado el equipo de cacería de Karl.

Echó otro vistazo a Missa. Solo tuve suerte, supongo. Eso fue lo que dijo cuando le había preguntado cómo había llegado a vivir ahí.

—¿Nadie ha tratado de poner un alto a esto? —susurró Mayichi.

—Quizá no les importa —murmuró Roier y le indicó que lo siguiera—. Vamos.

Missa se detuvo cuando los vio llegar, con la mano puesta para jalar la solapa de la tienda. Un destello de aprensión cruzó sus facciones mientras observaba el área detrás de ellos.

—No estoy seguro de que deban entrar —dijo.

—¿Por qué no? —preguntó Mayichi.

—A Karl le gusta introducir a los nuevos lentamente. Ya saben, para que no se sientan abrumados.

—¿No crees que ya estén abrumados por haber sido asesinados?

Missa lo miró como para decir que no le parecía gracioso, así que Roier cerró la boca al instante. Tenía la sensación de que sus sospechas sobre la causa de su muerte eran correctas.

—Le voy a dar esto —dijo—. De todos modos todavía no está hablando.

Desapareció dentro de la tienda. Mayichi se cruzó de brazos. Temblaba en el aire fresco de la noche.

—¿Hablaste con Spreen?

—Un poco.

—Vicky me dijo que se enteró que Spreen les había cosido las heridas de bala mientras todavía estaban muertos para que les quedaran menos cicatrices. Me pareció un gesto lindo —Mayichi se encogió de hombros—. Hizo lo único que podía, ¿Sabes?

Miró sorprendido hacia donde estaba Spreen, pero él y Karl se habían ido. No se lo había contado.

Estaba muy seguro de que si él mismo hubiera tenido que ir a ese viaje de cacería habría entrado en pánico y habría estallado contra Karl. Spreen logró mantener la calma lo suficiente como para coserle el pecho a una muerta. Eso jamás se le habría ocurrido.

Wake up [spiderbear]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora