XIII

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Roier lo miró desde el agujero; el alivio y la felicidad se extendieron por su rostro. Tenía un brazo alrededor de sus rodillas y el casco colocado en la tierra frente a él. Estaba tan feliz de verlo que ni se preocupó por señalarle que debía de tenerlo puesto.

–Lo conseguiste –miraba con genuina sorpresa el casco acomodado bajo su brazo.

–Obvio. –saltó dentro y se lo dio. –También tomé su camisa. Espero que no apeste.

Se la llevó a la nariz.

–Nah, está perfecta.

Le extendió el pan.

–Esto es para vos.

Lo desenvolvió y lo miró con asombro.

–¿En serio? Das miedo por lo bueno que eres a veces.

–Te lo podés comer todo, no tengo hambre –mintió.

Frunció el ceño mientras lo ponía en el suelo.

–No seas ridículo. No hemos comido desde anoche —metió los brazos por la camisa, la dejó desabotonada en tanto partía el pan en dos y le ofrecía una parte.

–Tómalo, estoy bien por ahora –Spreen se deslizó hasta el suelo.

–Spreen, cómelo. En realidad sí soy un poquito rudo, sabes. No me tienes que cuidar.

El tono de su voz lo hizo hacer una pausa.

–No quise decir...

Lo interrumpió con un beso, que le devolvió, aliviado de no tener que terminar la oración. Apretó el pan en su mano y lo tomó sonriéndole mientras se apartaba.

–¿Dónde lo conseguiste? –preguntó mientras daba una mordida.

–En una casa –masculló. –¿Querés dormir un rato? Yo puedo vigilar.

–Nah, no tengo sueño –dijo mientras se terminaba su pan.

–Pero no dormiste en toda la noche.

–No duermo todo el tiempo. No puedo.

–Carre no dormía mucho —pasó sus dedos por la tierra. –¿Eso es común con los Menos-Sesenta?

–Sí, eso me han dicho. La última semana estuve durmiendo más, pero me siento muy despierto de nuevo.

–¿Te sentís bien? –preguntó.

–Me siento perfecto. Le dieron las inyecciones a Carre, ¿no? Las que nos vuelven locos.

Asintió, mantuvo la mirada sobre la tierra.

–Qué pasaría si...

Spreen levantó los ojos al escuchar nuevamente su voz para ver su rostro preocupado, ansioso.

–¿Qué pasaría si te las dieron a vos? –terminó por él.

–Sí.

–Que vos sepas, no lo hicieron, ¿o sí?

–No. Pero mi compañero de cuarto y yo no hablábamos mucho. No creo que me lo hubiera dicho.

–Pero ¿Te sentís bien?

–Sí, excepto por... –bajó los ojos hacia sus manos temblorosas.

–Probablemente sólo tengas hambre. Nunca comiste lo suficiente. Y estás cansado. Deberías tratar de dormir.

–Supongo. Pero ¿Qué pasará si no es sólo eso? ¿Entonces qué?

–Ya estás fuera –le dijo con una confianza que no sentía. –No te pudieron haber dado tantas inyecciones. Probablemente pierden su efecto.

Wake up [spiderbear]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora