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De repente, Dana y Kasser voltearon la cabeza porque ambos habían sentido la urgencia en los pasos de alguien que venía corriendo a toda prisa. Sin aliento por correr, Eugene miró alternativamente a su madre y a su marido con una expresión sonrojada en su rostro. Se sintió aliviada porque la atmósfera no parecía muy pesada a su alrededor.

Dana entrecerró los ojos mientras observaba a Eugene, recuperando el aliento.

'Mírala. ¿Acaba de venir corriendo, pensando que seré dura con su marido?'

Dana se quedó sin palabras mientras una risa se le escapaba sin querer de su boca. Sería mentira decir que no quedó decepcionada en absoluto. Sabía en el fondo de su corazón que era natural que una niña se casara y empezara a tener su propia familia. Sin embargo, le entristecía pensar que había perdido su única oportunidad en la vida de vivir con ella y ver a su hija convertirse en mujer.

Se puso de pie y se acercó a Eugene.

—Veo que estás despierta. ¿Ya desayunaste?

—No, aún no.

—Entonces debes estar muriéndote de hambre. Les pediré que preparen el almuerzo un poco más temprano hoy.

Dana le dio a su hija una pequeña palmadita en la frente mientras pasaba junto a ella. Eugene se rió tímidamente al pensar que su madre había descubierto el motivo por el que se había apresurado.

Eugene se acercó a Kasser y se sentó junto a él en el sofá.

—Lo lamento muchísimo. Nadie vino a despertarme, así que no sabía que me estabas esperando tanto tiempo.

—Les pedí que no lo hicieran.

Al ver que había dos tazas de té sobre la mesa, Eugene decidió preguntarle qué le preocupaba. Por si acaso.

—¿Mi madre te ha dicho algo raro?

—¿Qué quieres decir?

—Umm.... cualquier cosa que pudiera haberte ofendido de alguna manera.

—No, no lo hizo.

Kasser se rió un poco mientras miraba fijamente el rostro de Eugene. Sabía que había algo extraño en su expresión cuando entró corriendo.

—¿Acabas de venir corriendo a salvarme por preocupación?

—Corrí a toda mi velocidad.

Eugene lo miró fijamente mientras él se echaba a reír. Sólo había pasado un día, pero él se veía más apuesto que nunca y ella casi podía sentir sed de él. Se preguntó si estaba teniendo algún tipo de síntoma de abstinencia. Ella solo quería admirar su rostro a su antojo, sin ninguna intervención de su entorno. Además, no podía esperar para finalmente contarle la verdad, confesándole que ella no era la misma persona que había conocido durante los últimos tres años.

—Vamos ahora.

—¿Qué?

—A nuestra casa. Hay algo que necesito decirte.

Kasser se limpió la sonrisa de la cara y fijó su mirada en ella. Eugene casi podía sentir el intenso calor que surgía de sus ojos azules. Sin darse cuenta, tragó saliva mientras su mirada lujuriosa la recorrió.

—Jin.

Eugene se levantó de un salto cuando gritaron su nombre. Una leve sonrisa cruzó por el rostro de Dana cuando entró. Había sentido claramente el aire incómodo entre los dos y reflexionó que debió haberlos interrumpido cuando estaban a punto de besarse.

—El almuerzo está casi listo. Primero vayamos a almorzar.

—Madre.

—¿Sí, querida?

Eugene²Donde viven las historias. Descúbrelo ahora