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En cuánto llegó a casa de sus padres, no dudó en abrazar a su madre con fuerza y romperse allí mismo.

Niurka se sorprendió y preocupada consoló a su hijo; Emilio podría tener 30 años recién cumplidos; ser un hombre maduro, musculoso y casi intimidante; pero para ella siempre sería su pequeño bebé al que debía proteger de todo mal.

Juan se apresuró en ir a la cocina a preparar una taza de té mientras su mujer se encargaba de tranquilizar a su primogénito y trataba de evitar que entrara en una crisis.

Hace mucho que no sucedía, pero la última vez fué...

Sacudió su cabeza, alejando ese terrible momento y se concentró en el cuerpo tembloroso entre sus brazos.

— Está bien, mí amor, ya pasó, tranquilo. — pidió con su dulce voz besando la frente del oji-café.

Osorio sorbió su nariz y se separó para poder ver el rostro de su madre, la cuál besó ambas mejillas sin importar que éstas se encontrasen empapadas de lágrimas.

— M-mamá.

— ¿Qué sucede, mí vida?

— Joaquín... — Dijo para luego volver a romper en llanto.

Niurka jadeó, sintiendo un nudo en su garganta, hace mucho tiempo que aquel nombre no se escuchaba en su hogar por petición de su hijo y que ahora él mismo volviese a nombrarlo fué... Duro.

Por supuesto ni ella ni su marido habían perdido el cariño por aquel castañito que había llegado a sus vidas para hacerlas mejor; no lo culpaban y entendían la razón de su ruptura con su hijo; sin embargo, eso no cambiaba el hecho de que les doliera que todo se haya arruinado de esa manera.

Cuándo volvió después de esa única visita a su ex pareja, se encontraron con un Emilio totalmente distinto del que se fué; su hijo se la pasó días encerrado en su habitación; no comía, no hablaba, no salía de su cama más que para bañarse ó hacer sus necesidades.

Tampoco quería ver a nadie, ni siquiera a Leidy, quién trataba cada día de sacarlo de ese horrible pozo de depresión en el que se arrojó sin ningún esfuerzo por salir del mismo.

Después de meses, Juan se cansó de todo aquello, sacándolo a rastras de su cuarto, llevándolo a un psicólogo, quién aunque tardó bastante en conseguir que el rizado volviera a hablar, logró sacarlo poco a poco de ese oscuro lugar.

Emilio fué a esas terapias por 3 años y fué cuándo comenzó a acercarse a la persona que había sido antes de su depresión; aunque no terminó por ser el mismo de siempre.

Aquel chico feliz y extrovertido; sociable, que sonreía siempre y era amable había desaparecido por completo.

Se había encerrado; volviéndose serio; callado, amargado; había optado por sacar toda esa frustración mediante el gimnasio, ganando así musculatura y se puso en forma; después de haber bajado demasiado peso, pudo recuperarlo, tal vez fué eso lo que lo convirtió en el hombre que era ahora.

Sonreía muy pocas veces y cuándo lo hacía, se notaba a leguas que ésta no era sincera, sólo una simple mueca forzada.

Daría su vida por tan sólo volver a verlo sonreír de verdad.

Volviendo al tema principal; el nombre de Joaquín era una especie de tabú en la casa; por eso le sorprendió que lo haya nombrado luego de años.

Su esposo se acercó, colocando la bandeja con las tazas sobre la mesa y se sentó del otro lado de su hijo para acariciar su espalda.

¿Can I Hold You Again? // Adaptación Emiliaco - 2° Temp. de ¿Puedo Abrazarte?  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora