« 03 - ¡Créeme! »

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— Haber, déjame ver si entendí — dijo el rubio frunciendo el ceño — tu eres un cupido, el cuál mandaron para que me ayudes a conquistar al chico que me gusta, ¿Verdad?

El pelinegro tan solo respondió un “ajam”. Se encontraba muy entretenido observando las fotos familiares de la casa del rubio y tocando más de una cosa.

— ¿Estos es una broma? — pregunto frustrado.

Sin duda alguna estaba seguro de que esto era una broma, y una de mal gusto. ¿Un cupido? ¿Encerio? El no se iba a tragar ese cuento fácilmente.

— No, ya se lo dije, yo soy su cupido y usted es mi amo — respondió sonriente el castaño.

Ricky se sorprendió al escuchar la palabra “amo”, sintiendo una extraña corriente recorrer todo su cuerpo.

— N-no me llames así por favor... — pidió el rubio con un ligero sonrojo.

— Está bien amo — dijo el cupido con la misma sonrisa.

— ¡Que no me llames así! — le reclamó.

— Lo siento am- ¡Digo!... entonces, ¿como debería decirle? — cuestiono confundido.

— Solo dime Ricky — soltó un suspiro.

— ¿Encerio? Hanbin Hyung me dijo que debería llamarlo amo.

— ¿Hanbin?

— ¡Si! — dijo sonriendo está vez mucho más que las anteriores — El es el encargado de repartir las misiones a los cupidos, es muy bueno — contó.

— Así que, ¿El fue quien te mando aqui?

— Si — asintió repetidas veces.

— Sigo sin creer está mierda — dijo el rubio recargandose sobre la silla en la que se encontraba sentado.

— ¿Porqué?, ya se lo dije, yo soy un cupido y me enviaron para ayudarlo a enamorar al chico que le gusta — dijo nuevamente el pelicastaño.

— Si claro, puedes hacerle está broma al de la casaca del lado, el si se cree este tipo de cosas.

— ¡Que no es una broma! — se quejo el dichoso cupido con un puchero.

— Haber, dame una sola razón para creerte — le reto.

El chico bajo se puso a pensar en algo para que su amo le pudiese creer, y una sonrisa se formó en su rostro al saber que hacer.

Se puso frente al rubio y comenzó a mover las cosas de su alrededor para evitar romperlas.

— ¿Qué haces?

— Solo vea.

El castaño inhaló profundamente y con lentitud dejo salir el aire retenido, concentrándose en lo que iba a hacer.

Ricky lo miraba con una expresión de confusión, iba a preguntar otra cosa de no ser porque las palabras no salían al ver lo que estaba sucediendo.

Sus ojos y boca estaban abiertos por el asombro que tenía, ¿Estaba viendo bien?

— Ya lo ve, soy un cupido — dijo el pelicastaño con una sonrisa.

Sonrisa la cual desapareció al ver cómo el rubio se desmayó y cayó de la silla en la cual estaba sentado.

Pero vamos, ¿Quien no se desmayaría al ver a un chico desconocido expulsar dos grandes y hermosas alas de su espalda?

¿Me enamore de mi cupido? (Rirae)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora