« 19 - Muérdago »

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La cena no pudo ser más vergonzosa para Ricky, quien pensaba que sería una cena tranquila.

No esperaba que su madre le preguntará a Taerae si era su novio, o si estaba dispuesto a serlo.

O cuando su padre contó una reveladora historia de su hijo, lo cual causo que el rubio se metiera debajo de la mesa por la vergüenza que tenía.

Al parecer su padre, un día cuando regreso del trabajo. Encontró el celular de Ricky en la cocina, y como buen padre que respeta la privacidad de su hijo, no lo tocó. Claro, no lo hubiese tocado de no ser porque accidentalmente lo hizo caer.

Y cuando lo recogió, no pudo quedar más sorprendido con lo que vio en este, pues el teléfono estaba encendido y estaba reproduciendo un vídeo... Algo subido de tono.

La historia se le hizo muy cómica, entre más para su madre, y se sorprendió al ver que Taerae entendía a lo que su padre se refería con subido de tono.

Pero bueno, evitando la vergüenza que le hicieron pasar sus padres, la cena fue linda, entre más porque pudo ver y escuchar la hermosa risa de su pequeño cupido.

Aún no sabe que es lo que siente por el pelicastaño, solo sabe que cada vez que mira sus labios le dan unas inmensas ganas de volver a besarlo.

Ahora se encontraban en el patio trasero de la casa, faltaban tan solo 5 minutos para las 12, y con eso la llegada de la navidad.

Sería la primera navidad de Taerae, el nunca había visto o vivido algo así, y le emocionaba la idea.

— Hyung, tengo sed — comentó el castaño con un puchero mientras miraba al mayor — ¿Puedo traerme algo de agua?

— Claro, pero déjame te acompaño — dijo y ambos volvieron a entrar a la casa.

Al entrar a la cocina, Ricky le sirvió algo de agua en un pequeño vaso.

— Gracias Hyung — dijo con una sonrisa el más bajo después de haber tomado el líquido.

— No hay de que Raerae — le contestó sonriente, sin percatarse del tono con el que lo había dicho.

Pero se dió cuenta de eso cuando vio que las mejillas del menor se tornaron de un color carmesí.

Quiso arrepentirse pero no lo hizo, porque sabía que terminaría diciendo alguna otra estupidez que terminaría hiriendo al menor, y también por qué el sonido de los fuegos artificiales se hizo presente.

Ricky tomo la mano de Taerae, y en vez de ir hacia el patio fue hacia la puerta principal y la abrió.

— De acá se nota mejor — comentó mirando el cielo bañado en luces.

— Wow... Es, hermoso — dijo con una gran sonrisa, y de la nada soltó una pequeña risa — Hyung, estamos parados sobre eso — señaló arriba de ellos.

El rubio alzó la mirada, y vio el muérdago que anteriormente Taerae había puesto.

— Se llama muérdago — dijo y miro nuevamente al menor — ¿Sabes que pasa cuando dos personas se paran bajo uno? — pregunto acercándose de manera lenta al castaño.

— N-no... — contestó en un susurró.

Sintió las manos del rubio tomar delicadamente su cintura para luego acercarlo más a él, sus manos se posaron sobre el pecho y la distancia entre sus labios era la más mínima, tanto que podían sentir sus labios rozar.

— Tienen que darse un beso — susurro sobre sus labios y mirándolo a los ojos, pidiendo permiso para realizar dicha acción.

El menor tan solo hizo un leve asentimiento y eso basto para que Ricky cortará la distancia entre ellos, uniendo sus labios en un cálido y tierno beso.

“Bendito muérdago” pensó el mayor.

¿Me enamore de mi cupido? (Rirae)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora