Prólogo

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Bueno, admitía que actuó precipitadamente pero ese "despertar" que tuvo en la cueva cuando la muerte estuvo a punto de reclamar su alma le hizo creer que era lo correcto.

Ahora, estando a miles de kilómetros de Inglaterra, viviendo en alguna parte de Suecia escondido entre un bosque extenso en esa cabaña vieja se dió cuenta de lo increíblemente idiota e impulsivo que había sido.

Por Merlín, ¡Secuestró al hijo de su prima Narcissa!

"¿Qué carajo me pasa?" Cuidó que su voz fuese baja, no quería lidiar en este momento con el bebé dormido porque sabía que si despertaba y comenzaba a llorar o a siquiera sonreír esta situación sería más real.

Tenía sus razones para hacer lo que hizo, pero maldición, ¿Qué no pensó en las consecuencias de sus actos?

Estaba al tanto de que Lucius y Narcissa tuvieron un bebé solamente para tener un heredero, y un futuro seguidor de Voldemort.

Pero su prima se había visto algo feliz al saber de su embarazo. La culpa y el remordimiento le carcomía la piel.

Pero, a pesar de el crimen que acababa de cometer, sabía que era lo correcto.

Regulus pasó toda su vida besando el suelo por donde pasaban sus padres, siendo todo un sangre pura prejuicioso y siempre fiel a la mente conservadora de su familia. Para cuándo se dió cuenta de cuan equivocado estaba ya era tarde, la marca tenebrosa ya había sido marcada en su piel como símbolo de sus malas decisiones.

No quería eso para ese bebé. Porque eso le esperaba seguro.

Toda una vida lleno de regalos, alabanzas y mala educación no harían más que volverlo un malcriado que seguramente llegaría a cometer tantos errores como él mismo y para cuando se diera cuenta de lo que hizo sería demasiado tarde.

Hizo lo correcto al separarlo de los Malfoy. Le dará la vida que se merece, la educación adecuada y lo mantendrá lejos de Inglaterra por el tiempo que sea necesario. Al menos hasta después de los diecisiete años, edad a la que será considerado un joven independiente. Lucius y Narcissa ya no tendrán ningún tipo de poder sobre él para entonces.

Podía lograrlo.

Lo va a lograr.

Se sentó en el suelo, recargando su mentón sobre el sofá admirando a la pequeña criatura dormida toda envuelta en mantas cálidas. "¿Cómo te llamaré?" El suspiro que profirió fue pesado, aún así la tensión se disipó un poco de su cuerpo. "Cissy quería llamarte Draco, el idiota de su marido dijo que era mejor Abraxas. Sinceramente nunca entendí la necesidad de nombrar a un hijo con el nombre de su progenitor. Es algo tonto y poco creativo." Una pequeña sonrisa asomó por sus labios cuando el bebé frunció su ceño. "Me gusta Draco, pero también Leónidas. ¿Sabías que la lluvia de estrellas Leónidas son una lluvia de meteoros que se produce cada año entre el seis y treinta de noviembre?" Su sonrisa fue reemplazada por una mirada melancólica. "Me gustaba verla con Sirius, mi hermano, antes de estar a Hogwarts. Él creía firmemente que podría atrapar alguna y entregarmela como regalo."

El silencio volvió a inundar la estancia, tan solo la respiración de ambos era perceptible al oído. Pasaron alrededor de once minutos cuando Regulus finalmente dejó su viaje por los recuerdos del pasado y dijo:

"Draco Leónidas Black, me gusta." Decidió dormir en ese mismo lugar esa noche sin importar que probablemente al día siguiente tendría un horrible dolor de espalda.

Draco Black, un nuevo legado.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora