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"¡Draco, no corras o te caerás!" Regulus empujó suavemente el marco de sus lentes hacia arriba para acomodarlos en su sitio. Draco corría de un lado a otro emocionado con la Snitch infantil que le había regalado hace apenas dos horas atrás. No parecía que Draco se fuese a cansar pronto.

Al menos permanecía distraído para poder estudiar un poco.

Su cumpleaños número seis había llegado demasiado rápido para su gusto. Parece como si hubiese sido apenas ayer cuando Draco llegó como un bebé a su vida. Con todos esos montones de pañales sucios, sus llantos nocturnos, sus pequeños caprichos, y por supuesto, su compañía.

Hace mucho, mucho tiempo no había sentido ese amor incondicional que ahora Draco le brindaba.

No desde que Sirius despareció de su vida.

Agitó su cabeza. Debería dejar de pensar en él, habían escogido caminos separados sabiendo lo que les esperaba y aunque ahora se arrepentía enormemente había algo en su corazón que le susurraba que había hecho bien. Si nunca se hubiese unido a los Mortifagos jamás habría tenido paso permitido a Malfoy Manor, jamás hubiese sacado a Draco de ese sitio y sin duda ahora mismo no tendría esta felicidad que le brinda tenerlo.

Suena muy egoísta de su parte pero le da igual, no hay nadie que pueda criticarlo.

"¡Reggie!" Draco salió de la nada saltando por sobre el sillón y cayendo a su lado. "¡La atrapé, la atrapé!" Entre sus manos estaba la Snitch (la cual era unas dos o tres veces más grande que una original, además de moverse un poco más lento para disfrute de los infantes. La brillante sonrisa de Draco calentó su pecho. Sabiendo de primera mano cómo es la crianza de un sangre pura estaba seguro de que Draco no tendría permitido hacer ninguna de estas cosas; correr de un lado a otro, demostrar sus sentimientos de manera abierta y usar ropa adecuada para un niño. No esos trajes en miniatura para hacerlos parecer adultos.

"Wow, la has atrapado muchas veces hoy. Eres un gran buscador Dragón." Revolvió su ya desordenado cabello rubio haciendo que las puntas se ondularan.

"Juguemos los dos afuera, por favooor." Dejó la Snitch sobre el sillón para juntar ambas manos en una súplica, con esos típicos ojos grises brillantes y un puchero adorable en sus labios.

"Tal vez después amiguito, estoy algo ocupado." El semblante de Draco decayó un poco pero no protestó, de todas maneras Regulus siempre encontraba tiempo para jugar con él todos los días, aunque sea por un par de minutos.

"¿Qué haces?" Parpadeó varias veces al verlo recorrer los recortes sobre la pequeña mesa. Regulus los apartó rápidamente de su vista antes de que vieras las fotografías. Draco frunció el ceño, ahora parecía todavía más curioso por querer descubrir qué ocultaba. "Siempre estás leyendo. ¿Qué lees?"

"Cosas de adultos, no es nada importante Dragón." No pudo evitar tragar saliva con dificultad al ver cómo se estrechaban los ojos del pequeño.

"En la escuela a veces hacemos recortes con periódicos." Comentó con la intención de que podía verlos, que podía entenderlos.

Regulus sonrió un poco ante la mención de la escuela.

Después de varios años de paranoia temiendo que lo descubrieran dejó que Draco saliera más seguido por el bosque para explorar los alrededores y observar criaturas mágicas inofensivas. Para poco después de su cumpleaños número cinco lo inscribió a una escuela muggle en un pueblo cercano. No podía retener a Draco para siempre, además, no quería convertirlo accidentalmente en un inadaptado o en una persona insegura. Tenía que convivir con otros niños de su edad y socializar con personas diferentes a Kreacher y él.

Los primeros meses Regulus pasó observando a Draco desde la distancia en su forma animaga, un gato negro. Cuando el pequeño hizo amigos y se familiarizó con todos pudo estar más tranquilo. Ya no lo cuidaba tanto como antes, solo cuando Draco regresaba algo decaído de la escuela.

Para su total desagrado hubo una vez que observó cómo un niño dos años mayor lo molestaba por no tener madre. Bueno, no hace falta decir tantos detalles de lo que pasó después de eso pero el niño ya no regresó a esa escuela.

Suspiró profundamente antes de volver en sí.

"Sé que eres muy listo Draco, pero me temo que esto es privado. Ya sabes, secreto." No negaría que le daba terror la reacción de Draco si se llegaba a enterar de la verdad. Temía que lo odiara a tal punto de regresar con su verdadera familia y olvidarlo para siempre.

Se sobresaltó al sentir los pequeños brazos rodear su costado en un abrazo que parecía ser un consuelo.

"Pa- ¡Reggie!" Se coloró un poco. "Reggie, te quiero."

"Yo también te quiero pequeño demonio." Dejó los recortes de lado y le devolvió el abrazo. Su corazón palpitó más tranquilo.

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Draco cerró la puerta de su habitación lentamente para no hacer ruido. Regulus se había quedado profundamente dormido en la sala de estar con todos los recortes dispersos sobre la mesa.

Todo ese día había estado ocupado estudiando, renovando las barreras mágicas, revisando el perímetro, cocinando y jugando con él.

Encendió la luz de su habitación. Las paredes, antes simulando un cielo nocturno, ahora se veían azules claro con nubes dispersas en ellas simulando un día soleado. Suspiró profundamente. Caminó hasta su armario buscando su pijama de seda blanca.

Apagó nuevamente la luz cuando se hubo cambiado de ropa y se recostó en su cama pensativo.

Era obvio que Regulus estaba ocultando algo, probablemente era algo que tenía que ver con él, o con ambos. No debía ser un genio para darse cuenta que Reggie se asustaba con solo la idea de que descubriese su secreto.

"No me importará qué sea, yo siempre te voy a querer." Sus párpados se cerraron, el fresco aire nocturno arrulló sus sentidos. "Buenas noches papá." Susurró para sí mismo, la Luna siendo el único testigo de sus palabras antes de que cayera profundamente dormido.

Draco Black, un nuevo legado.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora