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Desde que la carta llegó a su hogar Regulus se apegó más a él, dejó su investigación sobre los posibles horrocruxes de lado con la excusa de que ya no tenía ideas. Incluso para Draco era obvio que en realidad solo intentaba pasar más tiempo con él debido a que inesperadamente se iría a estudiar en Durmstrang en poco más de tres meses. Dolía mucho saber que Regulus está siendo afectado más de lo que debería, pero no lo culpa, siempre han sido ellos tres, Kreacher, Regulus y él habitando esa cabaña, cocinando, estudiando, practicando magia y jugando.

Debió ser un golpe demasiado duro el que de un día a otro sea seguro que el niño que cuidó durante años dejaría de estar a su lado. Regulus no es tonto, sabía que este momento pasaría.

Solo que él esperaba que fuese hasta los once años.

Es raro que le haya llegado aquella carta en realidad, en contadas ocasiones se han admitido infantes menores de la edad requerida para estudiar ya que se supone que es la magia misma, un hechizo, el que escoge a los estudiantes, el que monitorea a los niños antes de ser elegidos como candidatos en los colegios; pero como bien dice Regulus, la magia actúa de maneras extrañas y jamás se terminará de comprender de manera completa.

Así que pidieron los libros y materiales por lechuza.

Aunque falta aún una de las recomendaciones más importantes: una mascota.

Fue entonces que ha Draco se le ocurrió una gran idea, al menos para su infantil edad.

"¿Y si tú eres mi mascota?"

Regulus escupió todo su té sobre la mesa tosiendo de manera histérica. Draco, asustado, se apresuró a golpear su espalda con su pequeña mano.

El joven carraspeó ya más calmado, sacó su varita limpiando todo el desastre con un movimiento suave de muñeca.

"¿Disculpa?" Draco tuvo la descendencia de lucir avergonzado.

"Eres un animago, un animago gato." Aclaró como si no quisiera la cosa.

Había muchos, demasiados riesgos si Regulus aceptaba. Pasarían quizás hasta meses sin dejar su forma animaga, probablemente sería expulsado si era atrapado y con ello Regulus sería mandado a Azkaban por sus crímenes como Mortifago. Pero de nuevo, para su infantil edad aquello le parecía buena idea pues no tendría que dejarlo solo con Kreacher, quien no es la mejor compañía si debía aclarar.

"Estaremos juntos, ¡Kreacher puede cuidar la casa!" Sabía de antemano que el elfo en realidad estaría muy agradecido por estar tiempo solo. En sus propias palabras, dijo que le vendría bien estar lejos de niños. Obviamente no le diría eso a Regulus, pero si hacía falta decírselo para convencerlo entonces lo haría.

Regulus frunció el ceño y pensó, realmente lo pensó. Draco sabía que lo estaba considerando lo que hacía que la idea no sonara tan loca dentro de su cabeza teniendo en cuenta que el adulto de la casa sí que lo estaba pensando.

Balanceó sus pies de lado a lado a la espera de una respuesta, el silencio se extendió tanto que Draco comenzaba a sentirse algo abochornado por lo que para matar el tiempo comenzó a juguetear con las moras que tenía en su plato frente a él. Finalmente, después de lo que parecieron horas -que en realidad fueron a penas cinco minutos pero hay que recordar que lo niños no tienen muy bien definido el seguimiento de tiempo-, Regulus se enderezó, se puso sus delgadas gafas para leer el periódico sobre la mesa y respondió casualmente:

"No es tan mala idea." Draco soltó el aire que no sabía que estaba reteniendo y aplaudió emocionado. "Será interesante conocer otro colegio."

El niño bajó de su lugar en la silla y corrió hasta Regulus para abrazarlo emocionado.

¡No tendrían que separarse!

Es un gran alivio, Draco no sabría qué hacer sin Regulus a su lado y sabía que eso era dependencia emocional pero más que quererlo a su lado para no sentirse solo, lo quería a su lado para poder estar tranquilo sabiendo que es Regulus quien no se sentirá solo.

"¡Oh!" Exclamó de pronto recordando una pequeñísima cosa muy importante. "Aún no pedimos mi uniforme."

El joven lo apartó lentamente para mostrarle una sonrisa ladina que presagiaba o una travesura o una idea que consideraba espléndida, o ambas cosas.

"¿Recuerdas el callejón Diagon?"

"¿Al que fuiste cuando eras niño?" Asintió. "¡Sí!, dijiste que hay cosas geniales ahí, que hay un banco protegido con dragones, que hay una gran tienda de Quidditch, ¡También dijiste que venden libros y reliquias!" Explicó emocionado antes de detenerse para mirarlo con duda. "¿Por qué preguntas?"

"Porque..." Revolvió ligeramente el cabello sedoso de Draco, ganándose de él un quejido. "ahí también hacen uniformes. Y ya que casi no salimos tal vez te gustaría que te llevara a, ya sabes, que te hagan un uniforme. Claro, solo si quieres y-"

"¡Sí, sí quiero!"

Su aventura comenzaba a iniciar.

Draco Black, un nuevo legado.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora