013.

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- Solo puedes mover una pieza en tu turno, Abi, y no puedes mover las mías - Agustín no paraba de reír -. Debes seguir las reglas.

- Es que no lo entiendo, quizás si supiera lo que hago podría seguir las reglas - levanté la mirada para observarlo, sabía que cada vez que hacía eso él sentía la necesidad de dejar un beso en algún lugar de mi rostro. Depositó un beso en mi frente antes de ir a la ventana, la abrió y puso un cigarrillo entre sus labios. Lo encendió y le dio la primera calada -. ¿No jugaremos otra ronda?

- ¿Quieres volver a perder? - expulsó el humo por la ventana entreabierta.

- Algún día te sorprenderé, solo necesito un poco más de práctica.

- No lo dudo, amor.

Abandoné la comodidad de la cama para ir con él, me senté en la orilla del escritorio y detallé como sacaba el humo de su boca. Me causaba curiosidad, pensé que si lo hacia todo el tiempo debía sentirse bien o al menos saber delicioso. Extendí mi mano, pero él negó con su cabeza divertido.

- ¿Por qué no? - lo atraje hacia mi y enrollé mis piernas en su cadera.

- No quiero que lo hagas, es una mala costumbre. - le dio una última calada, apagó el resto en el marco de la ventana y antes de que soltara el humo junté nuestros labios.

Sin saber negarse, sus manos acariciaron mi cintura mientras yo pasaba el humo de su boca a la mia. Pero ni siquiera pude expulsarlo, solo me permitió tomar un poco de aire para deshacernos de el y continuar con lo que realmente nos incumbia. Metió sus manos por debajo de mi camisón y palpó mis muslos lentamente, subió por mi cintura y continuó a mis pechos. Después de días sin sentir sus manos sobre mi estaba disfrutando en exceso volver a tenerlo, sus dedos masajearon mis pezones sacándome leves quejidos que me hacían abandonar sus labios por segundos. Sacó sus manos y tomó mi rostro entre ellas para intensificar nuestra cercanía, el sabor de su boca se convinaba con la mia y lo único que deseaba era que eso que estaba experimentando se quedara ahí para siempre. Presente y tan vivido como en ese momento.

- Hoy no. - puse mis manos en su pecho y lo empujé hacia atrás. Agustín acató mi orden sin problema.

- Si el ajedrez te aburre también tengo naipes - me ayudó a bajar del escritorio -, podemos apostar. Prendas. - sonrió picaro antes de sentarse sobre el colchón.

- No sería justo, yo solo uso dos y tu llevas puestas más de cuatro.

- Para mi es justo - centró sus ojos en la avertura de mi camisón en el pecho. Me incliné para pegarle en el hombro -. Solo bromeo.

- ¿Si hubiera dicho que sí seguiría siendo una broma?

- Si tu quieres no es broma - acomodó el tablero -. Eres el blanco, vas primero.

Continuamos jugando hasta que el reloj en la mesa de noche de Agustín marcó las dos a.m, entonces ambos nos recostamos en su cama intentando soportar más de la cuenta. Mi cabeza estaba en su pecho, su mano acariciaba mi cabello con dulzura y mis dedos dibujaban círculos en su brazo. No sabíamos lo que estábamos haciendo, tal vez no nos queríamos aún, pero sentíamos la necesidad de estar cerca el uno del otro. Y sentíamos que queríamos tocarnos para más que sexo, deseábamos recibir amor.

- Quiero dejar el servicio - dijo de pronto. Lo miré -... quiero tener una vida normal donde se me permita amar a otra persona de esta manera.

- ¿Por qué no lo haces? Puedes irte, volver a casa, formar una vida y una familia - sonreí levemente -. Suena lindo.

- Porque no quiero volver a casa solo - entrelazó sus dedos con los míos -, quiero ser capaz de quererte a ti. Si vienes conmigo podemos reconstruir la granja donde crecí juntos, no será sencillo pero...

Ruega por los pecadores.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora