025. (Extra)

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Diciembre


— Ahora entiendo porque nos abandonaste, hermana, tiene lo suyo — Libia comentó sin quitarle la mirada de encima al trasero de mi marido —. Buena elección.

— ¿Buena elección? — Rose hizo una mueca inconforme — Buenísima. Además de que es apuesto también es dueño de al menos trece vacas, y solo mira su espalda.

— ¿Podrían dejar de hablar así de mi esposo? — les mostré el anillo en mi dedo.

— Tu preguntaste que nos parecía. — tomaron un sorbo de su copa de vino.

Me reí mientras ponía las papas al horno, mis amigas no habían llegado hace más de tres horas y en ese corto tiempo resuelto los misterios de sus cotilleos nocturnos. Agustín cargó a Wendy para ayudarle a poner la estrella en la punta de nuestro árbol de navidad, una vez lo logró ambas chocaron los cinco y continuaron acomodando las decoraciones que Marianne aseaba con una toalla humeda, pues estaban empolvados de estar décadas olvidados en el ático. Era un arduo trabajo en equipo.

— Ojalá tuvieras mi regalo de navidad para capturar ese momento — Rose se lavó las manos al terminar de poner glaseado en las galletas de gengibre —, es una cámara.

— ¿No debería ser secreto? — la miré mal — Por eso se envuelve y se desenvuelve a media noche.

— Tienes razón, no te diré qué te dará Libia entonces — me mostró todos los dientes en una sonrisa —. Es un móvil para que al fin respondas nuestras llamadas, Abigail.

— Siempre lo arruina todo. — Libia colocó los ojos en blanco.

Elsa volvió a la cocina en puntillas, acababa de hacer a las mellizas tomar su siesta en la alcoba de Marianne y no tenia pensando que despertarán pronto. La pobre apenas conseguía mantenerse en pie sin dormirse, las noches del último mes habían sido largas y bastante agotadoras, hacía lo posible por ayudarla con lo que podía, como por ejemplo cuidar a Wendy para que descansara mientras las mellizas dormían. Pero el problema era que las niñas jamás dormían, lloraban todo el tiempo.

— ¿Estás bien? — Libio la vio empinarse la copa de vino y tomarlo de un sorbo — Creo que no deberías hacer eso si amamantas.

— No me importa, ya no me importa — se sentó a su lado —, solo quiero comer, beber y dormir. Es lo único que necesito.

— Al verte deseo tener hijos.

— No los tengas, sé que sonare como una adicta a la heroína que disfruta usarla pero le advierte a los demás que es perjudicial para la salud, pero hablo en serio cuando digo que no tengas hijos — se rascó la nuca —. Ni siquiera recuerdo si me duche esta semana.

Mis amigas se descojonaron de la risa, pero yo me limité a guardar silencio e intenté cambiar el tema lo más rápido posible. Si seguía escuchando las advertencias de Elsa terminaría llorando en mi alcoba. Desde hace un mes había notado la ausencia de mi periodo, compré algunas pruebas caseras en la farmacia y con ellas comprobé que se trataba de lo que sospechaba; un bebé.
Pensé que al descubrirlo me sentiría fatal, sin embargo fue todo lo contrario, quise correr a contárselo a todo el mundo y todos mis miedos evolucionaron a amor.
Lo mantuve en secreto, la única que sabia era Elsa, se lo diría a Agustín esa noche. Le prometí un regalo de navidad enorme, tal como habíamos acordado que sería por ser nuestra primera navidad casados.

Ruega por los pecadores.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora