Agustín Marroquín .
Miraba mis manos inquieto sin poder olvidar la sensación de tenerlas sobre su piel, su aroma estaba grabado en mi mente como un recuerdo palpitante que solo conseguía estimular todos los pensamientos que intentaba mantener ocultos y volvía a sentir en el pecho ese peso que era una mezcla de deseo y culpa. En la última semana había cumplido sus deseos, me había mantenido alejado de ella, evitando cruzarme en su camino y sumido en los muros de mi habitación pudriendome entre café, tabaco y buena literatura. Abigail no me buscó, no se asomó por mi umbral ni llamó a mi puerta a mitad de la noche, como esperaba ansioso que lo hiciera.
- Padre - abrí los ojos cuando Carlota me llamó, parada en medio de mi habitación juntó sus manos y habló -, todo está listo para la vigilia, la gente ya está llegando.
- Saldré en un momento - le respondí con seriedad en la voz, no tenia muchos ánimos ni derecho de oficiar la misa de noche buena. Estaba traicionando mi juramento en su máximo esplendor y lo único que podía hacer era castigarme constantemente por querer más y más.
Carlota asintió con su cabeza y se retiró a la parroquia sin más. Me quedé sentado en la silla de mi escritorio, con la mano sobre la biblia como el día que tomé mis votos. Ese mismo día que abandoné los placeres carnales para encontrar la paz que Dios me brindaba, pero era así, en pasado. Y si él lo ve todo ya no tenía nada que explicarle.
Salí de la alcoba con el rosario en la mano, suspiré profundamente antes de cruzar la puerta hacia la parroquia, pero una vez lo hice tuve que asumir el papel que me correspondía. Las bancas estaban llenas, todas las familias reunidas y los niños casi cayendose del sueño. Aunque un par de monjas estaban en la primera banca, no divisé a Abigail por ningún lado. Supuse que estaría en la cocina ayudando con la comida.- Pueden sentarse - les indiqué con una sonrisa -. Ante todo, les deseo a todos una muy Santa y Feliz Navidad. Que la conmemoración del nacimiento del Niño Jesús, por mediación de la Santísima Virgen y del Buen San José, llene sus almas de la paz y del gozo que solamente nuestro Señor y nuestra Señora pueden proporcionar.
- Amén - musitaron al unisono.
- Como decía el Padre Castellani; "Nos alegramos en la Primera Venida de Dios al mundo, porque esperamos la Segunda. Si no, no podríamos". El Evangelio de esta Tercera Misa de Navidad trae para nuestra consideración el inicio del Evangelio según San Juan... - abrí la biblia.
Luego de concluir con mi sermón las monjas se encargaron de lo demás, era su momento de brillar con los villancicos. Cerré la puerta de la parroquia y comencé a quitarme el alzacuello, giré el pomo de mi alcoba y en cuanto puse un pie dentro el corazón me dio un giro de felicidad. Abigail estaba frente a mi escritorio, leyendo uno de mis libros con una manta cubriendole las piernas. La luz de la llama en la chimenea hacia relucir su cabello rubio. Cuando puse seguro en la puerta ella me miró por encima del hombro, sus labios se curvaron en una leve sonrisa y se puso en pie. Escondió algo detrás de ella.
- No pensé que vendrías esta noche. - me deshice de la estola y me acerqué, ella se encogió de hombros.
- Milagro de noche buena.
- Interesante - pase a su lado para abrir la ventana y poner un cigarrillo entre mis labios, Abigail me lo quitó de la boca antes de que pudiera encenderlo.
- Esta noche no - lo puso sobre el escritorio. Sacó su mano izquierda detrás de su espalda y la extendió hacia mi, era un pequeño regalo envuelto con papel de periódico y un listón rojo -. Es un regalo.
- ¿Para mi? - lo recibí con dulzura.
- No, solo quise mostrárselo - se sentó en la orilla de la cama. La miré divertido y abrí su regalo. Era una pulsera de hilo hecha a mano -. Feliz Navidad.
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Ruega por los pecadores.
RomansaAgustín es un sacerdote entregado a la religión, Abigail una novicia herida que necesita encontrar perdón en si misma por el pecado que ha cometido. Cuando ambos se encuentran por cuestiones del destino lo que comienza como deseo y lujuria desenfren...