Agustín acarició mi barriga de cinco meses con suavidad mientras besaba mis labios, el ser padres no nos impidió mantener nuestra tradición de un baño relajante a la semana aunque ya no pudiéramos hacer gran cosa por mi poca facilidad para moverme. Pero encontrábamos maneras, nos bastaba con estar juntos, tocarnos y sentir esa cercanía que solo nos pertenecía a nosotros.
Nuestra pequeña bebé pateó haciendo que un quejido adolorido saliera de mi boca, me separé de los labios de Agustín y tomé una livida bocanada de aire en espera a que terminara de acomodarse. Sus movimientos eran cada vez más bruscos, siendo mis órganos los que sufrían las consecuencias.Su padre palpó mi estómago con sus manos y ella se calmó al instante, como por arte de mágia. Siempre que Agustín le daba mimos parecía saberlo, se quedaba quieta hasta que él retiraba su tacto. Lo amaba y quizás yo estaba un poco celosa, a mi solamente me utilizaba como incubadora.
Arrecosté mi espalda en su pecho y puse mis manos sobre las suyas en mi barriga, la espuma jabonosa en la tina cubría mi cuerpo, resaltando nada más mi enorme estómago y el principio de mis pechos.
— Ya veo quien es su favorito — sonreí al oírlo reír —. Noah será una niña de papi, muy mimada y amada.
— Si hereda tus ojos preciosa también.
— Y tu sonrisa.
— Tendrá lo mejor de ambos — entrelazó nuestros dedos —. ¿Te sientes feliz?
— Por supuesto que sí, no puedo esperar a que nazca para sentir su aroma a bebé y abrazarla hasta hacerla dormir. Muero por descubrir el color de su cabello, de sus ojos y escuchar su primera risa. La amo mucho.
— ... yo también — depositó un beso en mi cabeza —. No creí que fuera posible querer tanto a alguien a quien aún no conozco.
— Ya sé, es una extraña, ni siquiera sabemos qué esperar — piqué mi estómago con mi dedo y ella pateó nuevamente, me quejé —. Quizá Noah si tenga talento para montar, o jugar fútbol. ¿Sabes lo que duele?
Él ya no me prestaba atención, subió su tacto lentamente desde mi barriga hasta mis pechos; su tamaño aumentó debido a la producción de leche que comenzaría en poco tiempo. Agustín no tardó mucho en descubrir por su propia cuenta que estaba en mi momento más sensible y hormonal, sentía la experiencia más placentera con su mínimo esfuerzo, así que cuando en serio se esmeraba, que era todo el tiempo, sentía que moriría de una convulsión.
Sus dedos húmedos jugaron con mis pezones, endureciedos por las caricias delicadas que dejaba a lo largo de mi torso. Cerré los ojos cuando el primer hilo de gemidos escapó de entre mis labios, apoyé mi mano en el azulejo de la pared y quise soltar un grito cuando dos de sus dedos entraron en mi intimidad. Ni siquiera había notado cuando su mano construyó un camino de mimos hasta mi vientre, pero la meticulosidad y acierto de sus movimientos me haría gemir tanto que para la mañana siguiente no tendría voz.
— Agustín... — murmuré su nombre.
— Shhh — susurró cerca de mi oído, su aliento fresco chocando contra mi sensible piel solo me enterró más y más en la extinción.
Introdujo un dedo más e incrementó la velocidad de las embestidas de sus dedos, no era capaz de formular palabras, ni siquiera de gemir su nombre una vez más. Tenía la mente en blanca y las piernas abiertas, llegué al limite y acompañada de un fuerte quejido terminé. Él sacó sus dedos y los enjuago en la misma agua, aferró sus brazos a mi pecho y me abrazó mientras yo intentaba recuperar la respiración, la compostura, la vida.
— Cuando la bebé nazca puede que no tengamos tiempo suficiente para estar así — sobe su antebrazo con mis yemas —. ¿Te aburrirás?
— Aunque me encanta tener sexo contigo no es lo que predomina en mi amor por ti — puso su barbilla en mi cabeza —, te amo por miles de razones más.
ESTÁS LEYENDO
Ruega por los pecadores.
Roman d'amourAgustín es un sacerdote entregado a la religión, Abigail una novicia herida que necesita encontrar perdón en si misma por el pecado que ha cometido. Cuando ambos se encuentran por cuestiones del destino lo que comienza como deseo y lujuria desenfren...