Capítulo 1: Dulce Bienvenida.

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"No me mates, solo ayudame a huir de todos, necesito un lugar donde quedarme, donde yo pueda tapar mi cara... soy un fenómeno"

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Hace 30 años

Después de que mis padres me tuvieron, su perfecta y romántica relación se desmoronó, apagándose y destruyendose, así que, algunas semanas después de mudarnos a Umbraville, se separaron.

Desde entonces, tuve que vivir con mi padre, y lo odiaba. A él, a mi madre y a mi hermano, porque en todas partes me trataban como si algo estuviera mal conmigo o como si no existiera.

Estábamos económicamente mal, o eso me decía él. Todos los días dejaba claro que no merecía nada de lo que tenía.

Cuando llegamos a Umbraville, hace un año, me inscribió en una escuela pública. No se preocupaba por mis útiles, solo me dio lo básico, le daba igual si tenía todo lo necesario.
En cambio, mi madre inscribió a mi hermano en el mejor colegio, el único privado de la ciudad, y cumplía con todos sus caprichos.

Me encontraba en el primer día de clases, ¿Lo malo? Que mis compañeros seguían siendo los mismos.

Algunas personas se sienten bien, cómodas o felices en sus casas, en sus escuelas, en algún club o con sus amigos. Yo no me sentía de esa forma en ningún lado, no tenía amigos porque nadie quería serlo, estaba solo.

Siempre fui el "callado" o el "raro" del salón, incluso en mi antigua escuela, pero allí me trataban un poco mejor.

Tenía que ir caminando, como siempre, porque mi padre no tenía tiempo para llevarme o buscarme. Ni siquiera tenía una bicicleta.

Al subir las escaleras para entrar, me pregunté si me iban a hacer una broma como "bienvenida", ya que el año pasado, me molestaban constantemente, gracias a un chico del salón que desde el primer día me trató horrible, haciendo mi vida imposible y ordenando al resto que hagan lo mismo. Algunos lo ignoraron y otros le hicieron caso, por miedo a él o incluso por diversión.

Los primeros días, solo algunos se burlaban de mí, porque recién empezaba, pero al pasar las semanas todo empeoró. Nunca entendí por qué me trataban así, ¿Por ser el nuevo?¿El que venía de otro lugar?¿Por qué sabían que mis papás siempre discutían entre ellos y conmigo?¿Veían algo raro en mí, como decían mis padres? ¿O yo había hecho algo para merecerlo?

Preguntas como esas siempre estaban presentes en mi mente, tratando de comprender, encontrar una razón a todo lo que me hacían o decían.

Si otros niños pasan por esto, les cuentan a sus padres para que los consuelen o aconsejen sobre qué deberían hacer, ¿No es asi?
Los míos me decían que lo merecía, que pensar en la idea de tener amigos era absurda.

Y ahí estaba, entrando al aula, para nada listo. No quería, preferiría salir corriendo de allí y desaparecer.

Como siempre, elegí el asiento de más atrás, el que pasaba más desapercibido.

Pero no pasé desapercibido.

- ¡Miren quien está aquí! ¡Sigues viniendo! Después de dejarte claro que toda la clase está mejor sin ti.

- Ay, yo creí que esta escuela era para personas normales, no para niños como tú - la mayoría de la clase empezó a reirse de mí y yo estaba harto.

- ¿Sigues sin poder hablar, Eldi?

- ¿Te comió la lengua el gato? O mejor dicho, ¿Te la cortó tu papá?- Sí, todos sabían como era mi relación con él, porque el primer día me trató mal, casi me golpea frente a todos, aunque pudo contenerse.
Y por si no fuera poco, ese mismo día mis papás discutieron por teléfono y todos, incluso los padres de los demás, se enteraron de su mala relación.

El timbre que indicaba que la clase empezaba sonó, la campana me había salvado.

Mientras la clase avanzaba y el recreo se acercaba, me costaba cada vez más concentrarme, no paraba de pensar en lo que iba a pasar. Tenía un fuerte dolor en el pecho que no me dejaba respirar bien y mi garganta seca. Tenía miedo.

Cuando sonó el timbre para el recreo, no quería salir, no quería imaginar lo que me esperaba.

-Ey, Eldi, ven, te tenemos una sorpresa.

- No quiero.

Dos palabras que a ellos no les importaban. Me obligaron a ir de todas formas, sujetándome por la espalda, empujándome para caminar. Intenté resistirme, pero no pude.

Me llevaron al asqueroso baño del patio, al que nadie iba. Estaba "clausurado" porque tenía todos los retretes sucios, las puertas rotas y escritas, las canillas oxidadas, y el espejo partido.

El olor repugnante llegó a mis fosas nasales, tenía muchas ganas de vomitar por estar allí, por ese olor y sobre todo, porque no sabía qué me iban a hacer.

Me agarraron de los hombros, me llevaron al último retrete, el más sucio de todos, me obligaron a arrodillarme y Alex, el causante de todo esto, el niño más grande del aula, ya que había repetido dos veces, sujetó con fuerza mi cabeza sumergiéndola en el agua podrida.

-¡Por favor n- otra vez, por diez segundos dentro.

Devuelves lo que nos están haciendo.

Se lo merecen.

No llores, no te quejes.

Esas tres voces se repitieron en mi cabeza. Y esta vez, quería hacerles caso.

Al dejarme respirar nuevamente, aunque me costaba mucho, sin pensarlo dos veces, le pegué en el ojo a Alex, dejándolo morado.

Después caí en cuenta que eran más que yo.

Mierda.

Intenté defenderme, pero claramente no pude. Dos de ellos me sujetaron para que Alex pueda golpearme en el estómago, mientras el otro seguía grabando todo.

Me iban a subir a Internet de nuevo, iba a ser burla de toda la escuela de nuevo y probablemente mi padre lo vea y... se enfade por permitir que me hagan esas cosas, de nuevo.

No me quedó de otra, que volver medio mojado y con el estómago lleno de moretones.
No sentía mi cuerpo, todo me dolía, pero ya no importaba. Estaba acostumbrado al dolor. Y sabía que lo que me esperaba en casa iba a ser peor.

Tardé mucho en llegar, más de la hora acordada. Otra razón para que él se enojara conmigo.

FreyjaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora