13. Agoney-2023

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Agoney. 2023

tw: hace un poco de pupa si has perdido a alguien importante hace poquito, con cuidado

En cuanto me bajo del avión, arrastro los pies hasta la salida. Voy tan despacio que más de una persona tiene que sortearme para pasar. La gente lleva demasiada prisa hoy en día. Y ver tantos reencuentros felices solo me hace tener ganas de vomitar.

No he encendido el móvil aún, pero tampoco tengo demasiadas ganas de lidiar con nadie. Ni con Raoul, ni con Mireya, ni mucho menos con gente criticando que haya desaparecido en mitad de la promoción de la serie. Trago saliva y casi se queda atascada en mi garganta.

Glenda está en la puerta del aeropuerto, mirando a todos lados para tratar de localizarme. Yo la veo primero y, desde el anonimato que tiene estar en casa, la observo en silencio.

Para cualquier persona podría pasar por una mujer normal, en búsqueda de una persona a la que recoger, pero yo la conozco desde siempre. Su postura está hundida y sus ojos, envueltos en la desesperanza. Ha pasado hace demasiado poco tiempo para que no haya podido dormir bien, pero aun así..., no es ella, no está bien.

Al fin, nuestros ojos se cruzan y se esfuerza por sonreír. Querría decirle que no intentara mejorar las cosas para mí, pero al final solo me sale un:

—¿Se sabe algo nuevo?

—Qué va. No está fuera de peligro aún, pero la tienen en observación mientras averiguan qué hacer.

Asiento y me dejo guiar a donde sea que haya aparcado para venir a buscarme. En ese momento me fijo que ella también va arrastrando los pies, como si el peso de ese ictus la sobrepasara. No la culpo.

Ninguno tiene ánimos de poner música, así que el viaje en coche hasta el pueblo es más sombrío de lo que debería. Yo me dedico a mirar por la ventana, apoyando la cabeza en la mano.

Cuando estamos entrando en nuestra calle, recupero mi móvil y lo enciendo. Mientras veo las animaciones apareciendo al encenderse, me entra el nerviosismo. ¿De verdad tengo ganas de lidiar con lo que sea que me vaya a encontrar?

Lo primero que me llegan son los mensajes. Tengo unos cuantos del grupo de mi familia, informando de forma periódica de la situación de mi abuela. El último es de mi madre, respondiendo a Glenda sobre la falta de novedades. Tanteo el teclado en busca de algo que decir, pero todo me suena demasiado vacío e inútil. Lo que necesito es estar allí y comprobarlo todo por mis propios ojos.

Dejo el grupo sin mandar nada y veo que ya se ha actualizado todo. Tengo un único mensaje de Raoul:

«Ve informándome de cómo va la cosa. Te mando mucho ánimo <3»

«Que te den».

No lo escribo porque no me siento con ánimos de estar enfadado. En el avión estuve pensando en todas las veces que Raoul ha venido a Canarias, lo bien que congenió con mi abuela casi desde el principio y cómo se metió a todo el mundo en el bolsillo con esa personalidad suya tan dulce, a ratos tímida.

Saben que ha cambiado porque me mantengo en contacto, pero creo que ninguna descripción que llegue a hacer se parecerá lo suficiente a la realidad. A lo capullo y engreído que puede llegar a ser.

A veces me pregunto por qué cambió, cuál fue el detonante que lo hizo destrozarnos así.

—Te están llamando —avisa Glenda.

Alzo las cejas y bajo la mirada al móvil. Estaba tan distraído que no me he fijado en que me están llamando. Mireya. Justo la persona a la que todavía no le había leído los mensajes.

Pareja de oro-RAGONEYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora