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2023. Agoney

A dos días del estreno en Netflix de «Alzar la voz», me despierto de muy buen humor. Puedo escuchar el microondas y la tostadora funcionar cada dos minutos, a Raoul canturrear y, si me pongo quisquilloso, algún pájaro en un árbol está tan contento como yo. Es como si la naturaleza me acompañara por una vez.

Esta noche tenemos la entrevista de El Hormiguero, mañana posamos en la alfombra roja y vemos el primer capítulo con un grupo seleccionado de fans y muchos famosos, y a la mañana siguiente ya podrá verlo todo el mundo. Podrán ver nuestro primer y, posiblemente, último proyecto juntos, la pasión que le hemos puesto y lo que ha significado. Aunque nunca sabrán del todo lo que ha implicado este trabajo, cómo hemos acabado, si es que la cosa sigue igual.

Cuando me arrastro para recibir un café calentito y lo observo desde la puerta, me doy cuenta de que no soy capaz de dejarlo ir. Que, por mucho que mis amigas y mi hermana me maten, lo quiero cerca todo lo que pueda.

Solo me gustaría poder justificarlo en lo que me hizo, pero parece incapaz de hablar de ello.

—Buenos días. —Me tiende un zumo de naranja—. ¿Has dormido bien?

—Hacía un tiempo que no dormía así de bien.

Desde que dormimos juntos una vez tras volver a Madrid, pero tampoco quiero ser tan obvio.

—Eso es porque sabes que esto se acaba y podremos hacer vida normal.

Ignoro el pinchazo de mi estómago para seguirlo por la diminuta cocina y plantar una mano en la encimera, cortándole el paso.

—¿Y qué consideras tú vida normal? Está todo muy cambiado.

Veo cómo la saliva que traga baja por su garganta, pero no aparta la mirada.

—Estaba esperando a que decidieras. No quiero presionarte ni tampoco influenciarte.

Se me escapa la sonrisa.

—Pues, si no me influencias, no sé cómo vas a hacer que me aclare. Raoul, yo creo que a estas alturas necesito un pequeño empujón.

Lo empujo contra la encimera, quedando él atrapado entre esta y mi cuerpo. No parece inmutarse, pero sus ojos se le van a mis labios y me siento mejor. No está tan mal ser el que tiene el poder de vez en cuando.

—¿Y qué necesitas?

Tiene los ojos casi cerrados, mientras nuestros labios se van aproximando. Ya nos estamos acostumbrando a que caigan besos sin motivo alguno, pero en esta ocasión... Joder, me apetece muchísimo.

Su móvil comienza a sonar antes de que llegue a sentir su aliento. Me aparto con una mueca molesta.

—¿En serio?

—Joder, Ana. —Bufa, pero lo coge—. Dime. Sí, estamos desayunando. No, no estoy solo, por eso he usado el plural. —Bufa de nuevo—. Espera, Ago, ahora vuelvo.

Y se mete en la habitación a hablar sin que yo pueda escucharlos. Me tomo el zumo y el café en silencio. Ahora no es mi representante, así que no tiene sentido que me interese por nada de lo que suceda con ella, pero sí me interesa él, aunque, como ella me dijo, sea un poco contradictorio.

Sale unos minutos más tarde, cuando ya he sacado nuestras tostadas y están en un plato en la mesa. Sus ojos brillan y eso solo puede ser bueno.

—¿Todo bien?

—Sí, es que me están tanteando para una peli guay. Creo que podría ser muy buena.

—¿Guay en tu idioma significa que no es comedia romántica?

Pareja de oro-RAGONEYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora