12- Pensamientos

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La culpa lo invadía, y los pensamientos que lo bombardeaban también.

No había dejado de pensar en sobre lo que había escuchado el día en que sus preocupaciones empezaron.
Había estado pensando en ir de nuevo y visitar aquella oficina. El único problema era que ese día solo estuvo en ese edificio por que su profesor de literatura no había podido asistir ya que ese edificio correspondia a los de grados más bajos, y al ser de grados avanzados no lo dejaban entrar.
Tenía que entrar por la noche, era la única solución que tenía.

Pero aún no decidía qué día, debía ser clave para que no lo atraparan.

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Hisoka se iba a paso un poco rápido, dirigiéndose a su despacho.

No le gustaba para nada Chrollo, lo detestaba. Lo conocía de antes ya que el se manejó en ese mundo de las sombras y fue ahí donde conoció a Illumi y de echo solo era por él que ayudaba a Chrollo.
Illumi se había unido temporalmente a un pequeño grupo que el pelinegro de cabello corto formó y le pidio el favor al pelirrojo de que le ayudase y le dijo cuan valiosa era la recompensa.

La recompensa consistía en conseguir unas joyas que nunca pudieron encontrar de la familia Kurta, unos aretes con el sello de la familia, un collar hecho de rubíes y un anillo con pequeños diamantes de color rojo. ¿Saben lo raro y preciado que era lo último? Les valdría una fortuna.

Pero esa recompensa no era lo único que Hisoka buscaba. Al menos cuando acepto Hisoka buscabo algo que para sus ojos, era mejor. Y eso era el propio Kurta, ya que la familia Kurta era realmente preciosa y hermosa. Cabellos dorados y ojos de colores, azules, verdes o un avellana claro e incluso algunos miembros tenían la característica de tener heterocromía. De aspecto delgados y finos con una piel suave. Su recompensa era esa, el Kurta con vida. Y si el Kurta que encontraban era tan hermoso como el resto de su familia podrían hacer un gran dinero en los bajos barrios, exprimiendo su bellaza y vendiéndolo las veces que quisieran.

Si seguía un Kurta vivo debía de tener las joyas preciadas que buscaban. Sin tomar en cuenta de qué si aparecía un miembro de la familia el manejo por parte de la mafia se iría. Las propiedades y todas las empresas de esta sin decir que ahora era tapadera de trabajos oscuros que la mafia supervisaba. Entonces la mafia corría peligro si volvía un Kurta, también por el hecho de que todos tienen el pleno conocimiento de quienes fueron los responsables de la masacre.

Volviendo con el de ojos miel. Paso por el patio de aquel colegio. Y para su sorpresa encontro a un albino llorando bajo uno de los cerezos. Estaba abrazando sus piernas mientras hundía su cabeza en estás.

Y como si hubiera perdido la memoria olvido totalmente a dónde iba, o por qué estaba enojado. Ver así al pequeño de esos ojos tan lindos azules le apachurro el corazón. Tuvo el impulsó de ir hacia el y abrazarlo, besar sus lágrimas y acariciarlo pero sé abstuvo.

-Killu, ¿qué paso?- dijo de una forma tan cariñosa y linda, agachándose a la altura del más bajo.

Al escuchar esas palabras el contrario se asustó levantando la cabeza, encontrándose con los ojos miel que lo confundían tanto. Aún con los ojos mojados logró decirle:

-Hisoka...

-¿Te duele algo?, ¿estas bien?- sostuvo sus cachetes, inspeccionando que no tuviera algún golpe en su cara o alguna lastimada en su frágil y delicado cuerpo.

En ese momento el albino recordo todo lo que anteriormente le había dicho a sus amigos y como se sentía respecto a ese maldito profesor. Lo odiaba por hacerle recordar las atrocidades que le hizo Illumi, y por qué odiaba que lo tocarán. Pero la amabilidad y lo bien que el payaso le trato lo confundía muchísimo y se sentía culpable de tener algún sentimiento brotando de él.

Y para sorpresa de ambos, Killua se dejo llevar por sus instintos. Abalanzándose sobre el contrario. Abrazándolo y resguardando su cabeza en el pecho ajeno. El pelirrojo por la fuerza del más pequeño se cayó con el menor arriba de él.

Hisoka sabía que en ese momento él no se encontraba bien. Reprimió cualquier deseo y abrazó con cariño al pequeño niño que se posaba en su pecho sollozando. Un abrazo inocente, con cariño y preocupación.

Sabiendo que Killua solo tenía 14 años y qué el casi le doblaba la edad no podía evitar pensar estar siempre con él, o el pensamiento más indecente e inmoral de todos: hacerlo suyo.

Era algo qué ni el propio Hisoka podía explicar, el cómo esos ojos azules lo volvían loco. Las ganas de acariciar y jalar esos pelos blanquecinos, tocar esa piel suave y pálida, morderla y lastimarla. Agarrar esas caderas tan preciosas que Hisoka apostaba que si lo abrazaba con uno de sus brazos, podía rodearle toda la cadera. Le volvía loco el pequeño e Hisoka sabia que estaba mal.

Sin más el de ojos miel empezó a acariciar la cabellera ajena, abrazando de vuelta al albino quién tratada de callar sus lamentos. Sentía como las lágrimas del ojiazul mojaban su camisa.

-Killua, vamos a otro lugar. Si alguien nos ve en esta situación podríamos estar en graves problemas

El menor se separó del abrazó aún moqueando y con los ojos rojos.

-Ven- delicadamente con las yemas de sus dedos limpio las lagrimas de Killua, y plantó un beso en su mejilla derecha.

Agarro la mano del albino y se dirigieron al despacho del más alto.

-¿Estás bien aquí?, ¿o quieres ir a otro sitio?. Entiendo si no quieres estar aquí por los malos recuerdos y...- el pelirrojo fue interrumpido.

-No, no, no. Aquí estoy perfecto-, se acomodó en ese sillón donde paso todo por primera vez. Tenía miedo.

-Se que no soy la persona más correcta para preocuparme o preguntar por ti. Pero sería mentira decir que no me importas. Entonces, ¿qué pasó?, entiendo si no quieres decirme tampoco te voy a obligar- el más grande había jalado una silla y se sentó enfrente del albino, con la mirada agachada.

-Solo, no sé. En este momento soy una confusión. No comprendo por qué me siento así-, y esas malditas lágrimas se asomaron otra vez -tuve una pelea con mis amigos. Kurapika les contó lo que paso. Leorio te quiere matar.

-Bueno, después de todo sería muy estúpido el que no quisiera matarme.

-Creo que me iré a mi habitación- dijo para seguido levantarse abruptamente.

-Eh, si, si claro. ¿Quieres que te acompañe?- le abrió la puerta con un poco de nerviosismo.

-No, no, estaré bien- le dedico una sonrisa cansado al ajeno.

-Bien, cuídate.

-Antes de que me vaya, ¿te puedo pedir algo?

-Si, lo que sea.

-¿Me das un beso?.

𝘊𝘢𝘳𝘪𝘤𝘪𝘢𝘴 𝘳𝘦𝘱𝘶𝘭𝘴𝘪𝘷𝘢𝘴   [ʜxʜ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora