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El efecto dominó implicaba que un pequeño cambio o acción inicial conducía a una secuencia de sucesos relacionados que se desencadenaban uno tras otro.

A veces se sentía como esa primera ficha que caía y empujaba a las demás, causando, en su caso, miseria, dolor y soledad. Devastadora soledad que carcomía su pecho y apretujaba su corazón desde que la conciencia de sus actos se estrelló en lo que antes era una mente nebulosa que sólo podía pensar en el placer y la diversión.

El día que los resultados de aquel estúpido concurso literario se anunciaron fue el día que las cosas comenzaron a fluctuar en una sola dirección.

La perdición se unió al escenario.





Ese día llegó temprano a clases, como siempre.

Las personas que conocían sus andanzas solían sorprenderse al enterarse de su excelente desempeño en los estudios a pesar de llevar una vida llena de excesos que reducían sus horas de sueño. Su respuesta era clara: genética superior.

Ser alfa dominante tenía sus ventajas. La inteligencia, la fuerza, la habilidad. Y si bien para algunos era molesto por la libido tan alta de su denominación, para Wookyung no era un problema. No lo fue en sus años de adolescencia, donde su lado dominante empezó a cogerse el mundo, y no lo era ahora.

Luego de terminar las clases se dirigió al salón que pertenecía al club. Todos allí estaban concentrados. Doona revisaba una y otra vez sus mensajes, Minho escribía algo en su laptop. Donghoon y Taeyoung lo saludaron con un movimiento de cabeza y continuaron escribiendo igual que Minho. Wookyung solo entró y se concentró en terminar un trabajo de un curso que le gustaba. Le gustaban los números, que podía decir. Mentalmente, era todo un cerebrito, un cerebrito que tuvo la suerte de nacer como un alfa dominante, atractivo y guapo.

Un jadeo cortó el silencio y todos los demás voltearon a ver a Doona. 

"Gané" susurró.

Donghoon fue el primero en comenzar a felicitarla y luego le siguió él mismo que pronto recordó que los resultados del concurso serían dados ese día.

La escena era un torbellino de elogios y abrazos dirigidos a Doona, reconocimiento por haber ganado el concurso al que había dedicado tanto esfuerzo. Entre la efusividad, Minho se levantó tras un breve momento de conmoción y se retiró en silencio, sin añadir palabras a la celebración.

Y de pronto todos parecieron notar su presencia. Minho también había participado.

Doona miró con pesar la puerta, pero no se movió.

"Iré a ver como está." dijo Wookyung antes de salir del lugar sin mirar a nadie.

Ansiaba presenciar la expresión derrotada del arrogante Minho. Quizás, incapaz de tolerar la idea de perder ante una mujer, descargaba golpes en alguna desafortunada pared, vociferando improperios.

No obstante, lo halló en la azotea, acurrucado, encogido sobre sí mismo, con las mejillas empapadas por lágrimas incesantes, sollozando como un niño herido. Llorando con una desesperación incontenible, profunda y con la derrota marcando su rostro que siempre había sido petulante.

Y su aroma.

Su delicioso aroma emanaba de su cuerpo.

Ese olor.

Un omega.

Minho era un omega.

Entonces su corazón dió un latido tan fuerte que su pecho dolió y su cabeza quedó en blanco.

El olor a vainilla y jazmines que emanaba de Minho era más fuerte ahora que la primera vez que lo vio. Esta vez, el aroma estaba mezclado con desesperación, tristeza, dolor. Y Wookyung sintió el impulso de abrazarlo, calmarlo y susurrarle palabras de consuelo. También quería tomarlo con fuerza, aferrarse a su cuerpo y ver su rostro lloroso bajo el suyo.

InfielesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora