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Wookyung dormía aferrándose a su cuerpo. Sus brazos lo apresaban como tenazas de hierro. Al principio, esto lo había aterrorizado, sintiéndose encadenado por su propio verdugo, vigilante ante cualquier movimiento. Sin embargo, con el paso del tiempo, ese sentimiento cambió.

El brazo del alfa lo sostenía suavemente y su cabeza presionaba contra su espalda, su cálida respiración contra su piel.

Wookyung se iba cada mañana a trabajar. Era un hombre muy ocupado y con muchas responsabilidades, las cuales manejaba con facilidad. A veces llegaba a casa para cenar junto a él y luego trabajaba en su oficina, una que no había notado hasta que una vez tuvo que ir a buscarlo para decirle que la cena estaba lista. No era su obligación cocinar, debía aclarar, pero con el tiempo había sentido en su cuerpo las consecuencias de comer lo que Wookyung preparaba o pedía. Prefería preparar sus propios alimentos saludables y, aunque durante casi toda su vida había comido solo, no lo disfrutaba, por lo que al final terminaba esperando por Wookyung para cenar. Un bonus tal vez era ver su cara insatisfecha comiendo vegetales.

Luego de cenar y terminar Wookyung cualquier trabajo que hubiera llevado a casa y Minho terminado de leer algún libro, iban a la cama y...

No podía explicar lo que pasaba, pero sabia con claridad que era algo que le confundía, que era algo que no podía evitar por mas que la razón le dijera que estaba mal. 

Hacía una semana que había tenido un leve celo. No le sorprendió, era irregular y podía llegar antes de lo esperado a veces. Lo que si lo descolocó fue la falta de dolor de este. Fue casi satisfactorio. No quería darle créditos al otro hombre, pero supo manejarlo todo. El placer fue intenso, pero no agresivo. Desde que Wookyung había dejado de obligarlo a ser parte de sus extraños y violentos juegos sexuales todo se había sentido...bien, cada noche. No confiaba en él por ello, solo...algo en su interior se había removido, haciéndolo sentir resguardado cada vez que sentía el aroma a sándalo y lavanda, cálido y calmante del alfa. Ese aroma al que sentía que se había vuelto adicto de cierta forma.

Wookyung comenzó a moverse entre sueños, pronto se levantaría. Siempre despertaba a las seis de la mañana, no necesitaba una alarma. Minho cerró los ojos. Sintió como Cha lo apretaba una última vez antes de levantarse de un salto de la cama e ir al baño dentro de su vestidor. Veinte minutos después, volvió, oliendo a algún perfume caro que tenía en su tocador, le dio un beso en la frente y salió de la habitación y luego del pent-house.

Entonces el anhelo que sentía desde esa primera noche tranquila y pasional que compartieron llegaba. Se levantó con lentitud, sintiéndose aletargado, más pesado que de costumbre. Apenas podía comer desde hace días y sin embargo se sentía embotado. Regresó a la habitación por una sudadera que el alfa había usado la noche anterior y se la colocó. Entonces solo así pudo ir a la sala, tomar un libro, recostarse en el sofá e intentar leer.






Wookyung percibía algo fuera de lugar. Al tener a Minho encerrado, notó cómo el omega había experimentado cambios. Al principio, Minho mostró furia y miedo, luego, cuando supo que no tenía escapatoria, resignación y enojo, para finalmente permanecer, ambos, en una fase de silencio, cotidianidad y ansiedad por las noches que compartían. Sin embargo, los últimos días fueron distintos. Minho apenas hablaba, dedicándose únicamente a la lectura y a recostarse en la cama después de cenar. Esperaba a que Wookyung se acercara y sucediera lo que ninguno de los dos podía evitar, hasta que la mañana llegaba y él debía partir a trabajar rápidamente, regresando muy tarde en la noche.

InfielesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora