En las sombras de las calles más bajas de la ciudad, dos corazones jóvenes se encuentran en un torbellino de emociones y peligros inesperados. Dan, con un pesar insufrible y Jaekyung, con un pasado turbulento, se entrelazan en un destino que ninguno...
La canción de este capítulo es "Slut!" de Taylor Swift.
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Una conversación trivial tenía lugar con música como compañía entre los dos. Hasta que en un semáforo Dan decidió tocar el tema del apretón.
—Jaekyung, sé que no viene al caso ya pero... Lamento mucho lo del apretón— lo miró con una cara de vergüenza.
El pelinegro negó con una risita burlona.
—Bah, tranquilo. Tampoco es como si te fuera a odiar toda la vida por eso— dijo para volver a conducir.
Dan respiró por fin. Luego había otro tema importante para él.
—Viste la cicatriz... ¿Verdad?
Jaekyung tragó nervioso, no sabía qué decir.
—¿Cuál?— Dan lo miró algo molesto.
—No tienes que mentir, se ve a simple vista— dijo con cierto tono de voz.
—No la vi, la sentí— dijo para que un silencio incómodo los invadiera.
El castaño se tocó esa parte del cuello.
—Es curioso como esta parte es tan importante para los demás— contaba algo decaído. —... Es como sí por el más mínimo defecto ya no fuera lo que se supone que debe ser.
—Dan...
—Desde que la tengo he hecho de todo por qué no la vean, muchos alfas, incluso omegas me han visto raro por la herida. ¿Qué opinas tú?
—Bueno, soy el menos indicado para hablar de las cicatrices de otros— respondió mirándolo, claro, él tenía las llamativas en el rostro. —. Me has visto sin ropa de arriba, tengo tantas cicatrices que ya ni sé cuándo me las hice.
—Entiendo...
—Dan, solo quiero hacerle una pregunta— el chico lo miraba interesado. —. ¿Esa es la cicatriz de la que me habló la vez del café?
El omega asintió sin más.
—¿Namwook te habló de eso, verdad?
—Solo me contó lo necesario, no pregunté mucho tampoco para no pasar por grosero.
Dan suspiró para mirar por la ventana.
—¿Cómo murió tu madre, Jaekyung?— cuestionó con la voz temblorosa, aunque se detuvo para tomar aliento.
Jaekyung le dió una ojeada al omega, el olor a tierra mojada que emanaba de él lo hacía sentir tan triste y decaído que tuvo que tomar un bocado de aire antes de caer también ante la desesperación. Recordaba las manos de su madre, las que con tanto cariño curaban sus heridas por pelearse con otros niños en la calle.
Apretó los labios y pensó en hacer algo que ayudaría al malestar del otro. Estiró su mano hasta tomar la de Dan, el chico seguía mirando a otro lado. Poco a poco llegó a su muslo, dónde sus dedos se sujetaron delicadamente. El castaño lo miró nuevamente.
