Capítulo 17: Competencia II

37 5 3
                                    

Capítulo 17: Competencia II.
Noviembre 27, 2020.
Katherine.

Dereck me había confesado sus sentimientos y revoloteaba a mi alrededor. Estaba tensa e inquieta.

¿Porqué ahora?

¿Porqué no puedo verlo como un hombre?

¿Porqué no puedo quererlo de la forma que él quiere?

Le dije la verdad pero él insistió en intentarlo. Y es ese mismo orden de ideas que me impidió decirle que no me apetecía ir con él a la dichosa inauguración del hotel.

Y por más que quisiera llegar a tiempo para cancelarle no pude.

—¡Mierda!—escucho desde la cocina mientras preparo el desayuno, corro a la habitación de mamá para encontrarla tratando de levantarse sola.

—¡Mierda, mamá! ¿Qué pasó?

—Nada, tranquila, estoy bien.—Maldigo pero la ayudo a ponerse de pie.

—Mierda.—vuelvo a maldecir y ella gruñe de dolor.

—¡Ya deja de decir palabrotas!

Mis ojos se nublan al ver sus rodillas rojas y magulladas. La llevo hasta su pequeño sillón y me arrodillo frente a ella para verificar que todo esté en orden.

Suspira y trata de acariciar mis mejillas pero me aparto, enojada, frustrada, llena de sentimientos encontrados que concluyen en impotencia al no poder desaparecer su enfermedad. Por mucho tiempo he deseado ser yo quiero sufra y no ella.—¡Te he dicho que ya no puedes levantarte o hacer cosas por ti misma! ¡Por eso contraté a Sarahí, por eso estoy yo aquí! ¡Maldita sea, mamá! ¡Tienes que dejarme ayudarte!

—Perdona, mi amor, pensé que nada pasaría.

Mientras busco un paño húmedo para limpiar su piel rojiza limpio mis lágrimas.

—¡Es que...! ¡Maldita sea!—digo alzando la voz a la nada. Me tomo un segundo para tranquilizarme.

—Ven aquí.

—No quiero.

Me doy la vuelta y abre sus brazos para que vaya a ella.—Ven.

Niego con un nudo en mi garganta.—No.

—Si no vienes iré yo.—me gana y camino hasta ella, donde mi arrodillo y descanso mi cabeza en sus muslos. Mamá acaricia mi cabello.—Estoy bien, mi muñeca, estoy perfectamente, no tienes que preocuparte.

Estoy cansada, quiero decirle pero me lo guardo. No quiero que ella piense eso, no quiero que lo sepa porque es capaz de fingir que mejora solo para que yo pueda dormir un poco.

—Tienes que dejar de ser tan orgullosa, mamá. No puedo ayudarte si no me dejas hacerlo.

—Perdón.

Suspiro.

—¡Buenos días!—ambas miramos en dirección a la puerta donde Sarahí aparece.—¿Qué pasó?

Le explico rápidamente lo que pasó y ella me pide espacio para revisar a mamá con más cuidado.

—¿Está todo bien?

—Sí, al parece solo fue el golpe pero al estar tan delicada de sus articulaciones es un poco más severo.

Asiento atenta pero mamá parece recordar algo pues me observa.

—¿No vas tarde al trabajo?

La fulmino.—¿Te crees que eso es importante ahora, mamá?

Ella rueda los ojos ante mi tono.—No me hables así, señorita. Ve a por tus cosas y ve a trabajar.

Peligroso para míDonde viven las historias. Descúbrelo ahora