Capítulo 14

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Después de terminar la comida con mi padre, finalmente pude contarle todo; al parecer, no se esperaba escuchar eso

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Después de terminar la comida con mi padre, finalmente pude contarle todo; al parecer, no se esperaba escuchar eso. Omití lo de Luli, por supuesto.

Me preguntó si ellos tenían algo que ver con la destrucción de la nueva tienda de un hombre que había trabajado arduamente para sacar adelante su negocio, solo para que unos pandilleros vinieran a arruinarlo. Desde el principio, algo en mí ya presagiaba que esto no iba a acabar bien.

—Sí, padre, en realidad fui yo quien lo causó —confieso con frustración.

—No puedo creerlo; te han utilizado para cargar con esa culpa. La situación se ha vuelto más seria. Me encargaré de ello; tú ve a casa y descansa.

—¿Qué planeas hacer?

—No te preocupes, hijo; solo quiero limpiar tu nombre por si acaso lo usan en tu contra. Sabes cómo manejo estos asuntos; mantente informado y no subestimes ninguna pista.

—Estoy de acuerdo —le digo mientras me levanto.

—Nos vemos pronto, hijo; tengo algunos asuntos que atender —me responde antes de irse.

Salgo rápidamente de allí tratando de analizar la situación. Creo que debo llegar a casa antes.

Al llegar a mi destino, abro la puerta y la cierro con seguro. Me dejo caer en el sofá y, sin darme cuenta, caigo rendido en un sueño profundo.

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Caminaba por un callejón oscuro, solo se escuchaban los trinos de los pájaros. No sabía exactamente qué buscaba; simplemente avanzaba con un intenso dolor en el pecho.

—Hermano —escuché de repente. No sabía de dónde provenía esa voz. Espera... Era él.

—¿Dónde estás? —pregunté desesperado, intentando encontrarlo en esta oscuridad que me envolvía.

—Estoy aquí —lo vi frente a mí, y todo se volvió más nítido. Una luz blanca iluminó el lugar mientras él me sonreía con calidez, y de pronto, la nostalgia me invadió.

—Idiomar, hermano —dije casi con la voz entrecortada.

—¡Qué grande estás! Me alegra tanto volver a verte... hermanito.

Lo abracé con fuerza, y él solo me dio palmaditas en la espalda, apaciguando mi ira por su ausencia. Mantuvimos el abrazo mientras la brisa suave acariciaba nuestros rostros.

—¿Quién te hizo esto? Dímelo ya.

—Eso tendrás que descubrirlo por ti mismo. Pero no te preocupes, esa persona no tiene idea de quién eres, lo cual es positivo. Relájate, estaré contigo hasta el final.

Me solté de su abrazo y lo miré fijamente a los ojos, esos ojos que siempre transmitían paz y cariño.

—Al menos dame una pista. Me frustra no tener información clara; no es justo lo que te hicieron, me enfada, entiéndelo...

NO TE FÍES DE MÍDonde viven las historias. Descúbrelo ahora