Luli sentía cómo su cuerpo vibraba ante los cálidos besos que recorrían lentamente su piel suave. Mientras disfrutaba de esa sensación intensa, se mordía el labio superior y aferraba con fuerza las sábanas. Su pijama transparente fue desplazada, dejándola completamente desnuda frente a su depredador, que estudiaba su figura seductora.Sus ojos azules exploraban sus piernas, subiendo hasta detenerse en su ombligo, donde brillaba un pequeño piercing de plata. Comenzó a deslizar sus dedos por sus zonas más sensibles; ella temblaba al sentir la frialdad de esa caricia que encendía su piel.
Por un momento, sus miradas se encontraron. Él esbozó una sonrisa traviesa y se acercó peligrosamente al cuello de Luli. Ella sintió cómo devoraba su cuello con tal intensidad que le dejó una marca de chupetón profunda.
Antes de descender hacia el centro de sus pechos, se detuvo de repente. Esto enfureció a Luli; la excitación la invadía y no podía soportar que él se detuviera, especialmente después de lo que había provocado en ella.
—Deja de torturarme y continúa de una vez.
Él levantó una ceja, sin apartar la vista del oscuro brillo de sus pupilas, que suplicaban un deseo insaciable.
—No estás en posición para dar órdenes; este es mi territorio. Así que solo obedece o las cosas se pondrán peor.
—¿Eso crees? —Ella intentó levantarse y se dio cuenta de que estaba esposada al cabecero de la cama, un elegante dosel de madera.
Él se alejó de su presa, dejándola deseosa y bastante irritada. Intentó liberarse de las esposas con todas sus fuerzas, pero no tuvo éxito. Sus ojos recorrieron al responsable de su frustración de pies a cabeza. Estaba descalzo y solo vestía pantalones largos finos de un tono oscuro. A Luli le parecían muy sexis, especialmente por lo bien definidos que lucían sus músculos atléticos.
Luli se dio cuenta, mientras él estaba de espaldas, de que tenía un tatuaje extraño que nunca había visto. Su cabello negro, desordenado, le parecía irresistiblemente atractivo. Mientras él buscaba unas cuerdas negras en el armario sin preocuparse, se giró hacia ella y notó cómo sus ojos recorrían sus abdominales bien marcados, lo que le sacó una sonrisa.
—Mira todo lo que quieras, pero no me tendrás—. No es justo lo que estás haciendo—. La vida no es justa, bebé; ya deberías saberlo.
Se acercó a la cama y tomó sus piernas. Luli se asustó y comenzó a moverse frenéticamente.
—¿Estás enfermo o qué? ¡Suéltame ahora!
Él terminó de atar sus piernas, dejándolas abiertas sobre el dosel. La miró con intensidad, provocándole un escalofrío; sentía que iba a ahogarse por la situación en la que se encontraba.
—¿Quién eres?
Él sonrió al notar su miedo y se acercó lentamente, arrastrándose por el colchón suave hasta detenerse justo en la entrada de su vagina, ya bien húmeda.
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NO TE FÍES DE MÍ
De TodoEl joven Idier se encontraba desesperado, con el corazón roto y una sed insaciable de justicia. Su hermano mayor, Idiomar, había sido víctima de una muerte misteriosa y sin explicación aparente. Por más que intentaba encontrar respuestas, todo era u...